viernes, 30 de noviembre de 2012

Cecilia Acosta



Valores venezolanos:

Cecilio  Acosta

La lucha  de este sabio humanista, no fue para conquistar el poder político, sino para alcanzar el poder  moral

Cecilio Acosta
 El saber sin ostentación, el  saber socrático, decía  el famoso filosofo francés Desiré Roustan, era la condición  necesaria a la verdadera  cultura.  Un  juicio  que  parece inspirado  en la vida y  la obra de Cecilia  Acosta.  Sus  biógrafos están de acuerdo  en señalarle su notable erudición   y  su  temperamento de  hombre   solitario,  ensimismado, aislado  de   toda comunicación  social. ·  En  su  humilde   casa  lo  visitarán  literatos   y  políticos.   Allí fue donde  lo conoció  al apóstol de la libertad de Cuba, José Martí  quien le brindó su amistad y admiración.
Acosta. Sabio y humanista, fue un fino poeta, ensayista, orador, periodista y político escrupuloso. Nace en San Diego de los Altos, estado Miranda, el 1 de febrero de 1818. Hasta los 13 años de edad vivió en la tranquilidad bucólica de su lar nativo, donde recibió la primera educación de parte del presbítero Mariano Fernández Fortique.
Cuando su familia se muda a Caracas, Cecilio Acosta se integra al Seminario para cursar estudios de latín, filosofía e historia sagrada. En 1838 recibe el grado de bachiller en filosofía. Tras tomar la decisión de no continuar la carrera sacerdotal, se inscribe en 1840 en la Universidad de Caracas.

Su inmensa cultura
La  presencia   física  de  Cecilia  Acosta  estaba  al margen  de  la vida caraqueña, no  así  su inmensa  cultura  que  se hizo  sentir aún en otros  países  latinoamericanos. A sus títulos de licenciado  en Filosofía, de doctor en Jurisprudencia, y  de  agrimensor  (fue  discípulo  de Juan Manuel Cajigal), añadía un amplio  conocimiento   humanístico,  pues  no  sólo  conocía   perfectamente  varias lenguas: latín, griego,  italiano,  inglés,   francés, etc.;  sino que era versado en  historia,  sociología, economía  y  educación.   Sobre   estas  materias   se  expresaba  en  una  prosa  clara, elegante,  densa,   que   lo  ubica  entre   los  clásicos  venezolanos   del  siglo  pasado.
Fue un hombre de constitución enfermiza y sumamente pobre en materia económica, vivió una etapa de estudiante llena de sacrificios y privaciones. En 1848 culmina su carrera, de licenciado en Derecho Civil y en diciembre el título de Abogado. Recibió de manos del rector de la Universidad de Caracas (hoy Universidad Central de Venezuela), Carlos Arvelo, la borla académica. Ya antes, en 1842, se le había dispensado del pago de los derechos al recibir el título de Licenciado en Filosofía "por su pobreza absoluta y escasez de recursos".
Comienza a ejercer su profesión en medio de una tormentosa situación política en el país. Se hace sólida su condición de educador, escribe en los principales periódicos (La Época, El Centinela de la Patria, El Federal) y llega con títulos suficientes a la Secretaría de la Facultad de Humanidades de la Universidad. Muchos de los artículos polémicos llevan los seudónimos de Tullius o de Niemand. Su obra es la doctrina de un hombre puro, de una conciencia limpia. En materia de política se sentía liberal: "La Grande escuela, la liberal, la mía, es la que respeta la conciencia como un santuario, la ley como una institución, la libertad como un derecho, la inteligencia como una guía y la virtud como un título de merecimientos para ser considerada, y un diploma que habilita para desempeñar con rectitud los puestos del Estado".
Fue  Catedrático  de  Legislación  Universal,  Civil  y Criminal  y de Economía Política (1853), Miembro  correspondiente de la Real Academia  Española de la Lengua y Miembro  de la Comisión  de Jurisprudencia  (1872) que revisarla la legislación venezolana.  En  la oratoria  y  en  la poesía también  Acosta   fue una  figura brillante. Entre   sus  numerosos   ensayos  el titulado  "Cosas  sabidas  y  cosas por  saberse"  ha sido bastante divulgado en el país. Igualmente  resulta  familiar a todos  los estudiantes venezolanos   el  poema   "La   Casita  Blanca", donde Acosta rememora su mundo tranquilo y bucólico de San Diego de los Altos,  su tierra nativa.
Desde otro punto de vista, el gran mérito de Acosta estuvo en haber conservado pulcramente sus virtudes ciudadanas.  Sobre este aspecto el  crítico Sambrano Urdaneta ha emitido un concepto cierto: "Su   lucha  no fue para la conquista del poder político, sino para alcanzar el poder  moral". Su obra fue recogida en cinco volúmenes editados en 1809.  Posteriormente  se han  publicado varias selecciones de sus libros.
Murió en Caracas, el 8 de julio de 1881 y sus restos mortales fueron trasladados al Panteón Nacional el 5 de julio de 1937.

He aquí  están algunos de sus pensamientos:

“Bolívar es la cabeza de los milagros y la lengua de las maravillas.”

“Los  medios  de  ilustración   no  deben  amontonarse en  las nubes,  sino  bajar  como la lluvia a humedecer  todos  los campos.”

La  luz  que  aprovecha   más a una nación no es la que se concentra sino  la que se difunde.

Bibliografía consultada: Universidad del Zulia, Publicación de la Dirección de Cultura y José Rivas Rivas, Historia Grafica de Venezuela.

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