Jueves de economía, con Boris
Ackerman *
Devaluar es robar
Dr. Boris Ackerman V. |
● Las devaluaciones suceden
porque sencillamente los Estados gastan más dinero del que recogen por
impuestos o por otros ingresos. En muchos casos esos gastos no se desembolsan a
cambio de trabajo o esfuerzo, sino que son más bien dádivas populistas
repartidas a diestra y siniestra. Ese gasto adicional, al no ser sacado del
torrente monetario en circulación, mantiene su presión sobre las reservas
internacionales y la estructura de precios.
Cuando
los gobiernos gastan más de lo que recaudan, se puede terminar en una
depreciación de la moneda, que le arrebata a la gente parte del valor de su
dinero
Cuando
leemos un billete de cualquier procedencia se puede observar una frase que, en
teoría, debería brindarnos absoluta confianza y seguridad. Dicha frase
seguramente podría estar redactada en el idioma y en la usanza de la nación que
emite el título de papel moneda y consiste en una promesa de pago por parte de
la institución que lo imprime.
Por
lo general, los billetes son emitidos por órdenes de los bancos centrales,
bancos de la república o sistemas de reserva federal y, en todos los casos,
cuentan con el "respaldo" de dichas instituciones como garantía de
que mantendrán su valor.
Sin
embargo y lamentablemente para millones de personas que depositan su confianza
en quien imprime el papel moneda, no siempre el dinero conserva su valor.
Existe una pavorosa figura denominada devaluación que viene a ser la aceptación
explícita por parte de quien emite el dinero de que este ya no tiene el mismo
peso que antes.
Una
devaluación viene a ser entonces la consumación de un acontecimiento que nunca
debería ocurrir, es decir, de forma unilateral su deudor decide entregarle una
cantidad de valor que será menor a la previamente prometida y usted no tendrá
forma ni manera de protestar o reclamar.
En
sentido figurado, le están sacando dinero de su bolsillo que seguramente usted
produjo con gran esfuerzo y sacrificio. Le están quitando parte del fruto de su
trabajo en forma inconsulta, injusta y desproporcionada y, claro está, sin que
usted lo haya autorizado. En lenguaje coloquial, le están robando.
¿Por qué ocurren las
devaluaciones?
Las
devaluaciones suceden porque sencillamente los Estados gastan más dinero del
que recogen por impuestos o por otros ingresos. En muchos casos esos gastos no
se desembolsan a cambio de trabajo o esfuerzo, sino que son más bien dádivas
populistas repartidas a diestra y siniestra. Ese gasto adicional, al no ser
sacado del torrente monetario en circulación, mantiene su presión sobre las
reservas internacionales y la estructura de precios.
Dicha
presión va aumentando poco a poco hasta que se hace incontenible y el dique
revienta.
Es
así como de un día para otro, algún funcionario público que seguramente habría
negado hasta el día anterior cualquier posibilidad de un ajuste en el valor de
la moneda sale con su cara lavada a declarar en forma ceremoniosa y solemne,
pero seguramente llena de hipocresía y cinismo, que ante la compleja situación
(seguramente provocada por el gobierno al cual pertenece), no queda más remedio
que "ajustar" el tipo de cambio.
A
continuación culpará a cualquier cantidad de entidades o personas -del país o
del extranjero- con poca o ninguna responsabilidad en las políticas que
propiciaron la devaluación. Si no tiene a nadie a quien culpar, justificará la
devaluación como un ajuste "necesario" para aumentar la
"competitividad" del país.
Finalmente
tan infausto -por no decir pavoso- personaje indicará el nuevo tipo de cambio,
es decir, el ciudadano podrá conocer la proporción del fruto de su esfuerzo que
el Estado todopoderoso le acaba de confiscar.
Antecedentes
En
el ámbito internacional y nacional, sobran los ejemplos de devaluaciones
devastadoras. Para comenzar con el mundo antiguo, vale mencionar la perpetrada
por el emperador romano Caracalla, quien además de incrementar las campañas
bélicas, decidió emprender un conjunto de obras descomunales dentro de la
ciudad. Para poder sufragar el oneroso gasto, se inclinó por quitarles plata a
las monedas en circulación.
Hasta
Caracalla, el denario contenía 75 % de plata, luego de su gobierno pasó a
contener únicamente 50%, es decir, le voló un tercio al valor de la moneda en
circulación. Claro está, esa devaluación fue el inicio de un proceso
inflacionario sostenido que aceleró la caída del imperio.
La
hiperinflación acaecida en la Alemania de los años 20 del siglo pasado es una
de las más representativas de la historia, pues dio inicio al proceso político
que trajo al nazismo al poder y, en consecuencia, la Segunda Guerra Mundial. El
proceso inflacionario de la República del Weimar arrancó precisamente en ciclos
de devaluación y expansión monetaria.
En
Venezuela, podemos hablar de varias devaluaciones de consideración. La primera
ocurrió en 1929, cuando Gómez devaluó el bolívar a 3,90 por dólar,
anteriormente se cotizaba a la par. Sin embargo, la crisis del 29 hizo que la
demanda de petróleo cayera y le quitara el piso a la moneda local.
Ocho
años después, el bolívar ganó fuerza y se cotizó en 3,35 por dólar, tipo de
cambio que se mantuvo hasta 1961 cuando el presidente Betancourt debió devaluar
la moneda a 4,50 ante el considerable déficit dejado por la política populista
de su antecesor Wolfgang Larrazábal.
En
1971, el bolívar ganó fuerza y pasó de 4,50 a 4,40 y posteriormente al tan
recordado 4,30. Quizás la devaluación más recordada en la historia reciente del
país es la ocurrida a finales del gobierno de Luis Herrera, denominada el
"Viernes Negro", la cual acabó con los días del tipo de cambio fijo y
con la disponibilidad abundante y segura de divisas para los ciudadanos
venezolanos.
La
descripción al inicio de este artículo, encaja perfectamente con las
declaraciones de los funcionarios con anterioridad y posterioridad al 18 de
febrero de 1983. Hasta el último día previo al ajuste cambiario, el presidente
del Banco Central de Venezuela Leopoldo Díaz Bruzual, negó la posibilidad de
una devaluación de la moneda.
A
comienzos de 1989 se produjo quizás la devaluación más cuantiosa en la historia
del país, que triplicó el precio del dólar. En 1994, 95 y 96, el bolívar pierde
un 75 % de su importe frente al dólar y, claro está, las devaluaciones no
desaparecieron con el cambio de gobierno. Desde 1998, el bolívar se ha mermado
en más del 80%.
Sin
duda, más que incrementar la competitividad, las devaluaciones han traído
inflación y pobreza. Esperemos que algún día ese fenómeno que tanto nos afecta
deje de producirse en el país.
El doctor Ackerman, es profesor de pre y postgrado de
las Universidades "Simón Bolívar" y Católica "Andrés
Bello", máster en administración financiera del IESA y columnista el
Diario "El Mundo, Economía y Negocios".
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