Valores venezolanos:
Cecilio Acosta
La lucha de este sabio humanista, no fue para conquistar
el poder político, sino para alcanzar el poder moral
Cecilio Acosta |
El
saber sin ostentación, el saber
socrático, decía el famoso filosofo francés Desiré Roustan,
era la condición necesaria a la verdadera cultura. Un juicio
que
parece inspirado en la vida y la obra de Cecilia
Acosta. Sus biógrafos están
de acuerdo en señalarle
su notable erudición y su temperamento de hombre solitario, ensimismado, aislado de toda comunicación social. · En su humilde casa lo visitarán literatos y políticos. Allí fue donde
lo conoció al apóstol de la libertad de Cuba, José Martí
quien le brindó su amistad y admiración.
Acosta. Sabio y
humanista, fue un fino poeta, ensayista, orador, periodista y político
escrupuloso. Nace en San Diego de los Altos, estado Miranda, el 1 de febrero de
1818. Hasta los 13 años de edad vivió en la tranquilidad bucólica de su lar
nativo, donde recibió la primera educación de parte del presbítero Mariano
Fernández Fortique.
Cuando su familia se
muda a Caracas, Cecilio Acosta se integra al Seminario para cursar estudios de
latín, filosofía e historia sagrada. En 1838 recibe el grado de bachiller en
filosofía. Tras tomar la decisión de no continuar la carrera sacerdotal, se
inscribe en 1840 en la Universidad de Caracas.
Su inmensa cultura
La presencia física de Cecilia Acosta
estaba
al margen de la vida
caraqueña, no así su inmensa cultura que se hizo sentir
aún en otros países latinoamericanos. A sus títulos de
licenciado en Filosofía, de doctor en Jurisprudencia, y de agrimensor
(fue
discípulo
de Juan Manuel Cajigal),
añadía un amplio conocimiento humanístico,
pues
no
sólo
conocía perfectamente
varias lenguas: latín, griego, italiano, inglés, francés, etc.; sino
que era versado en historia,
sociología, economía y educación. Sobre
estas materias se expresaba en una prosa
clara, elegante, densa, que
lo ubica entre
los clásicos venezolanos del siglo pasado.
Fue un hombre de
constitución enfermiza y sumamente pobre en materia económica, vivió una etapa
de estudiante llena de sacrificios y privaciones. En 1848 culmina su carrera,
de licenciado en Derecho Civil y en diciembre el título de Abogado. Recibió de
manos del rector de la Universidad de Caracas (hoy Universidad Central de
Venezuela), Carlos Arvelo, la borla académica. Ya antes, en 1842, se le había
dispensado del pago de los derechos al recibir el título de Licenciado en
Filosofía "por su pobreza absoluta y escasez de recursos".
Comienza a ejercer su
profesión en medio de una tormentosa situación política en el país. Se hace
sólida su condición de educador, escribe en los principales periódicos (La
Época, El Centinela de la Patria, El Federal) y llega con títulos suficientes a
la Secretaría de la Facultad de Humanidades de la Universidad. Muchos de los
artículos polémicos llevan los seudónimos de Tullius o de Niemand. Su obra es
la doctrina de un hombre puro, de una conciencia limpia. En materia de política
se sentía liberal: "La Grande escuela, la liberal, la mía, es la que
respeta la conciencia como un santuario, la ley como una institución, la
libertad como un derecho, la inteligencia como una guía y la virtud como un
título de merecimientos para ser considerada, y un diploma que habilita para
desempeñar con rectitud los puestos del Estado".
Fue Catedrático
de
Legislación
Universal,
Civil
y Criminal y de Economía
Política (1853), Miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y Miembro
de la Comisión
de Jurisprudencia (1872) que revisarla la legislación venezolana.
En
la oratoria y en la poesía también Acosta fue una
figura brillante. Entre sus numerosos ensayos el titulado "Cosas sabidas y cosas por
saberse"
ha
sido bastante divulgado en el país. Igualmente
resulta
familiar a todos los estudiantes venezolanos el poema
"La Casita Blanca", donde Acosta rememora su mundo tranquilo y bucólico
de San Diego de los Altos,
su tierra nativa.
Desde otro punto de
vista, el gran mérito de Acosta estuvo en
haber conservado pulcramente sus virtudes
ciudadanas. Sobre este aspecto el crítico Sambrano Urdaneta ha emitido un concepto cierto: "Su lucha no fue para la conquista del poder político,
sino para alcanzar el poder moral". Su obra fue recogida en cinco volúmenes editados en
1809. Posteriormente
se han publicado
varias selecciones de sus libros.
Murió en Caracas, el 8
de julio de 1881 y sus restos mortales fueron trasladados al Panteón Nacional el 5 de julio
de 1937.
He
aquí están algunos
de sus pensamientos:
“Bolívar es la cabeza
de los milagros y la lengua de las maravillas.”
“Los medios
de
ilustración no deben amontonarse en las nubes, sino bajar como la lluvia a humedecer todos los campos.”
La luz que aprovecha más a una nación no es la que se concentra sino
la que se difunde.
Bibliografía
consultada: Universidad del Zulia, Publicación de la Dirección de Cultura y José
Rivas Rivas, Historia Grafica de Venezuela.
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