miércoles, 19 de diciembre de 2012


A propósito del libro “Fuera de serie”, de Malcolm Gladwell

Mantener la ilusión cada día
 y no renunciar a los valores de la infancia
es el elixir de la juventud.

“Nunca lamentes que te estás haciendo viejo, porque a muchos les ha sido negado este privilegio”, reza un proverbio irlandés:

Malcolm Gladwell, es un periodista británico-canadiense, autor de varios libros sobre psicología, sociología y psicología social. En uno de sus libro, “Fueras de serie”, del que se ha hablado mucho recientemente auto postula la regla de las 10.000 horas. Según las estadísticas del autor, es el tiempo que necesita aplicarse a una misma actividad cualquier persona para alcanzar la maestría.
¿Qué diferencia a quienes hacen algo especial en la vida de quienes no lo hacen? Fueras de serie explora las curiosas historias de los grandes jugadores de fútbol; bucea en la peculiar infancia de Bill Gates; busca qué convirtió a los Beatles en el mejor grupo de rock; y se pregunta qué distingue a los pilotos que estrellan aviones de los que no. A través de su viaje por el mundo de los «fueras de serie», los mejores, los más brillantes y famosos, nos convence de que nuestro modo de pensar en el éxito es erróneo.
Dice que prestamos demasiada atención al aspecto de estas personas, y muy poca al lugar de donde vienen, es decir, a su cultura, su familia, su generación y a las singularidades de su educación. Brillante y entretenido, Fueras de serie es toda una referencia que al mismo tiempo iluminará y hará disfrutar.
«Una vez más, Gladwell demuestra dominar un género del que, de hecho, es pionero: el de los libros que esclarecen las causas ocultas tras los fenómenos del día a día.

El cerebro de un genio es igual al mío?
Contrariamente a  lo  que  se cree, el  cerebro de un genio no es  diferente del
de alguien  común  y corriente, tal  como se  comprobó en la  disección del de
Einstein.  Todos tenemos  más talento para unas  disciplinas que  para otras,
pero lo que  distingue a la  persona brillante del  resto son esas 10.000 horas
que ha  dedicado a una misma cosa, sea el  violín, la  informática o la gestión
de un negocio.
Esta regla también se aplica al rendimiento del cerebro. Según los neurólogos, cuando lo mantenemos ocupado a través de la lectura, la creación artística o el juego, aumenta la llamada memoria automática, que es la que nos permite hacer cosas sin pensar en ellas.
Es el caso del ajedrecista que, en los primeros compases de la partida, mueve sus piezas sin tener que cavilar. O el de un pianista de nivel que interpreta una compleja partitura mientras habla con alguien. Su esfuerzo y constancia les han procurado un seguro de vida para sus facultades intelectuales, que operan incluso sin que intervenga la conciencia.
Algunos ejemplos de que la agilidad mental no está reñida con la edad fueron Miguel Ángel, que dio luz a sus mejores obras de los 60 a los 89 años, hasta su último día de vida. Goethe terminó su obra maestra Fausto a los 82 años.

Como ejercitar nuestro cerebro
En las farmacias se venden sofisticados complementos vitamínicos para nutrir nuestro músculo pensante, y las tiendas de productos naturales recomiendan  ginseng para la vitalidad y gingko biloba para reforzar la memoria. Sin embargo, la mayoría de especialistas coinciden en que el juego es el  protector número uno de las facultades mentales. La terapeuta Amber Hensley aconseja incorporar a nuestra rutina diaria alguna de estas actividades para mantener bien lubricada nuestra red neuronal:
• Juegos de mesa como el ajedrez, las damas, el dominó o las cartas,  incluyendo los solitarios.
• Rompe cabezas, mecanos y otros juegos de construcción.
• Crucigramas, sudokus o cualquier pasatiempo.
Para los que se aburren con esta clase de pasatiempos, aprender un idioma es una excelente manera de engrasar todos nuestros circuitos cerebrales, ya que  implica  ejercitar  la memoria, entender  nuevas  estructuras y sintetizar

Gimnasia mental de primer orden.
Por supuesto,  dos  actividades  como  leer  y  escribir  también  resulta  una
gimnasia  mental  de  primer  orden,  al  igual  que  aprender  a  tocar algún
instrumento musical.
Una actitud optimista será el complemento imprescindible para que nuestro cerebro sea un generador de creatividad en lugar de un pozo de lamentos.
Alimentar la curiosidad y celebrar cada día que pasamos en el mundo es todo lo que hace falta para no retirarnos nunca del lado soleado de la vida.
Como reza un proverbio irlandes "nunca lamentes que te estas haciendo viejo, porque a muchos les ha sido negado este privilegio."
La única forma de mantenerse joven mentalmente es no dejar nunca de jugar.
Independientemente de la edad, debemos vivir como si estuviéramos poniendo a prueba el mundo, es decir, seguir siendo niños. Cuando observamos a grandes  artistas como Matisse, Picasso o Miró, entendemos que en esencia continuaron haciendo lo mismo que en su infancia: jugar, divertirse, ponerse nuevos retos. Mantener la ilusion cada dia y no renunciar a los valores de la infancia es el elixir de la juventud. 
También para el cerebro, pues en cuanto empiezas a pensar como un viejo ya has perdido la batalla. Por eso es bueno que los abuelos estén cerca de sus nietos y les vean jugar e imaginar.

Les dejo a mis lectores estos pensamientos de genios de la humanidad, los cuales pueden influir en ver desde su óptica nuestra propia vida.

 “Envejecer es un mal vicio que no se pueden permitir los que andan muy
ocupados”, Andre Maurois,  novelista y ensayista francés)

 “Los seres humanos no dejan de jugar porque envejecen; y envejecen porque dejan de jugar” , Oliver Wendell Holmes, medico, poeta y escritor estadounidense).

Lleva mucho tiempo llegar a ser joven”, Pablo Picasso, pintor y escultor espanol.

Los niños son nuestros mejores maestros”, Gerard Roses, pintor español

"Nada en esta vida es producto de la coincidencia o de la casualidad, lo que hagamos en este mundo, mientras la materia del cuerpo tenga vida, tendrá repercusiones en la eternidad de nuestro espíritu."

No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí,
puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo


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