Jueves de economía,
con Boris Ackerman *
La deuda como herramienta financiera
Dr. Boris Ackerman |
La deuda es de hecho una
excelente herramienta en finanzas, sin embargo, mal usada, puede convertirse en
una amenaza para sus finanzas personales, por eso, debemos hacer un análisis a
conciencia antes de tomar cualquier decisión en cuanto a usar dinero que no es
nuestro.
Sin duda, hay un conjunto de
ventajas y de desventajas que trataremos de analizar a continuación.
Ventajas
El pago de las acreencias pasadas hace la reputación comercial de una
persona, y el gozar de un buen historial crediticio da acceso a más facilidades
en el futuro -más crédito, tasas menores y tal vez plazos más largos, con
menores exigencias de garantías, fianzas y colaterales- y eso es algo muy
positivo. De hecho, el gozar de crédito,
de buenas alternativas de financiamiento, representa algo de valor, y mucho,
para el individuo. Es un activo reproductivo, o sea, un capital. Tener acceso a
alternativas de financiamiento o de crédito para poder adelantar el consumo o
la toma de una decisión financiera, gracias a la confianza que otros individuos
tienen en nosotros, nos otorga una ventaja importante.
Luego, el cuidar el crédito personal es una necesidad prioritaria. En
otras palabras, una persona inteligente y que quiera sobrevivir en el mundo
financiero, debe tener entre sus principios el cuidar su crédito, cancelando
las acreencias pendientes antes que prescriban. Si una persona logra mantener
sus deudas al día, va a gozar de la confianza de otros participantes en el
medio económico, y de algo que incrementa su poder de negociación o de tomar
decisiones en finanzas: el crédito.
Puntos a considerar
Ahora bien, cuando uno decide endeudarse -pedir prestado o comprar un
artículo a crédito-, tiene que observar varios elementos:
1 Propósito: ¿para qué deudas? Es decir, ¿cuál es el fin de pedir algo
prestado? ¿para qué voy a usarlo? Esto es muy subjetivo y personal, porque
tenemos propósitos que van desde el consumo inmediato de un bien -por ejemplo
el pago de una comida o de una ropa, o de cualquier objeto de consumo mediante
tarjeta de crédito-, hasta financiar un bien durable o un proyecto de
inversión. Pero el propósito debe ser el primer paso del análisis en la toma de
decisión: para qué necesito el dinero. Algunas preguntas son: ¿necesito el
dinero? ¿es imprescindible? ¿estoy seguro? ¿tengo un propósito claro? ¿se
justifica? Lo que nos lleva a ...
2 El segundo elemento dentro de este conjunto de parámetros que vamos
a evaluar es más objetivo: ¿cuánto me cuesta este dinero? Es decir, ¿cuál es el
interés que debo pagar? ¿se trata de un interés o de un costo justificado,
"favorable"? ¿voy a poder pagarlo en todo caso? ¿es razonablemente
previsible? ¿voy a tener un flujo de ingresos
en el futuro que me permitirá afrontar esta deuda? Eso es lo que se llama
"capacidad de endeudamiento", el cual como regla debería constituir
el límite infranqueable para el crédito.
3 Además, un tercer punto es: ¿puedo conseguir el dinero más barato?
Si lo puedo conseguir más barato, entonces la decisión es obvia, me voy por
otro camino. Si no, este es mi precio mínimo, y probablemente valga la pena,
según y conforme el valor que yo atribuya al propósito.
4 Un cuarto elemento: ¿tengo dinero mío propio disponible? Y si
dispongo de él, ¿vale más la pena tomar prestado o utilizar mi capital?
Después de evaluar esos puntos es cuando se debe tomar la decisión. Un
ejemplo: tengo el dinero, pero ¿voy a pedir prestado para una comida en un
restaurante? Supongamos que la comida nos cuesta 50 unidades monetarias. En
lugar de pagar con efectivo, ¿usamos una tarjeta de crédito? Veamos:
* Lo primero, el propósito, la comida, bueno, ya nos dimos el gusto.
* Segundo, el financiamiento, ¿cuánto cuesta? Probablemente nada, si
sabemos usar bien nuestras tarjetas -lo que discutiremos más abajo- y asumiendo
que podremos pagar tarjetas.
* Tercero, ¿hay alternativa más barata? Si disponemos de varias
tarjetas de crédito, deberíamos seleccionar aquella cuya fecha de pago se
encuentre más alejada de la fecha del consumo o con fecha de corte pasado más
reciente.
* El cuarto elemento, ¿disponemos del efectivo? Probablemente sí, y
podríamos utilizarlo, pero a un cierto costo de oportunidad: se puede colocar
las 50 unidades en una cuenta de ahorros o a plazo fijo y ganar intereses. En
cambio, de usar la tarjeta estaríamos utilizando parte de las facilidades
crediticias concedidas, a las cuales tenemos acceso. Si los eventuales
intereses a cobrar son mayores que el costo de usar una tarjeta, la decisión
es: ¡Pedir prestado!
Veamos algo más grande: un vehículo. El propósito: adquirir el
vehículo; ¿realmente lo necesito? Y después, ¿dispongo del dinero? Supongamos
que tengo parte del precio, no lo tengo completo; asumiendo una corriente de
ingresos continuos más o menos seguros en el futuro, debo examinar el costo del
dinero prestado.
Si es o no menor que algún parámetro contra el cual lo quiera evaluar,
como por ejemplo la inflación, o el incremento del precio del vehículo menos su
pérdida de valor o depreciación, a precios constantes (descontada la pérdida de
valor del dinero). Si me cuesta menos, sería magnífico, entonces ¡tomamos la
decisión de pedir prestado! Porque estamos adquiriendo un bien que se va a
revalorizar más de lo que se desvalorice.
Pero, ¡OJO! Si el incremento del precio de ese vehículo no es tanto
como el interés que vamos a pagar por financiamiento, entonces tendríamos que
evaluar otros factores, como la ventaja que me da tener ese vehículo,
incluyendo el costo alternativo de transportarse por otro medio, y considerando
el valor y la importancia que le demos a tener ese vehículo presentable. Esos
son elementos a tomar en consideración cuando se pide prestado, y con el peso
de cada uno, lo que se llama "ponderación" de cada factor.
*_El doctor Ackerman,
es profesor de pre y postgrado de las Universidades "Simón Bolívar" y
Católica "Andrés Bello", máster en administración financiera
del IESA y columnista el Diario "El Mundo, Economía y Negocios".
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