Ni limosnas, ni propinas, ni buhoneros
Dr. Boris Ackerman |
Justo después de que se supieron los resultados de la elección,
pudieron observarse en las redes sociales una serie de llamados, una particular
forma de "castigar" a supuestas personas de los sectores populares
que habrían apoyado al bando oficialista.
La forma sugerida de castigo era el
de no dar más limosnas, tampoco otorgar propinas ni comprar objeto
alguno a los buhoneros, y claro está, esa decisión buscaba desmejorar las
condiciones de vida de los receptores de limosnas o propinas y privar a los
comerciantes ambulantes de sus ventas.
En realidad, si bien la actitud responde a una molestia de carácter
político y a una especie de vendetta contra personas que presumiblemente
podrían simpatizar con quienes detentan el poder político, queremos ir más allá
de la lucha política y comprender qué tan positivo o negativo para el individuo
y para el país puede resultar esa actitud que luce en principio impulsiva y rencorosa, es así que debemos analizar las
consecuencias de estas decisiones sobre la sociedad.
Queremos dejar claro que no simpatizamos con ninguna actitud
extremista ni vengativa y más bien nos interesa observar cuáles podrían ser los
resultados tanto para sus finanzas personales como para la colectividad en
general, que se derivan de tomar la firme decisión de no dar propinas ni
limosnas y de dejar de adquirir productos a los vendedores informales.
La limosna
En primer lugar, hay que separar a la limosna que se entrega para el
sostenimiento de grupos religiosos o las contribuciones a las organizaciones no
gubernamentales, de la limosna que se da en la calle para apoyar a alguna
persona supuestamente en necesidad. En el primer caso, se trata de una decisión
que conduce a llenar una necesidad espiritual o benéfica y que en muchas
oportunidades culmina en verdaderas obras sociales en favor de las comunidades,
cuando ayudamos a un diligente, no siempre vamos a estar informados de a dónde
va nuestro dinero.
Se pueden dar muchísimos ejemplos de mendigos que lo que buscan es
manipular a las demás personas a través de sentimientos como la piedad y la
lástima, recuerdo hace años, frente a un lugar de trabajo, a una mendiga que se
hacía la desvalida llevando un bebé de meses al cual sometía a la intemperie
durante días enteros. Resulta que un día se le acercó una persona a ofrecerle
empleo y la respuesta fue "no gracias, así estoy mejor". Luego nos
enteramos por medio de vecinos de su barrio que la señora pedía prestados o alquilaba a los bebés.
Ejemplos como los de quienes
utilizan niños pequeños para vender flores o calcomanías, sobran. La mendicidad
en vez de resolver un problema de pobreza,
lo perpetúa, pues si algunos vivos observan que mendigar resulta
rentable, copiarán modelos y fingirán ser
alguna forma de menesterosos. El problema no es ayudar al necesitado
sino más bien que la gran mayoría de los necesitados resuelva sus problemas
trabajando, y para el resto, con incapacidades y limitaciones, deben estar las
organizaciones, privadas o del Estado, a cargo de ofrecerles programas sociales
bien organizados. Si el Estado no es capaz de mejorar ese problema, entonces la
sociedad está obligada a reclamarlo.
Si usted desea ayudar realmente al prójimo, hay dos formas que
realmente impactan y mejoran a la sociedad, la primera es dando educación para
lograr que las personas se valgan por sí mismas, y la segunda es abriéndoles
las puertas del mercado laboral, es decir, ofreciendo empleos de calidad. Las
dádivas en el fondo terminan por perpetuar la miseria.
La propina
Vamos a comenzar por las propinas forzadas, uno de los ejemplos más
abundantes en nuestras ciudades es el de los cuidadores de carros. Los
supuestos cuidadores no son sino chantajistas que debemos evitar. Recuerde
amigo lector, operan en zonas públicas que en realidad nos pertenecen a todos,
no ofrecen seguridad alguna y, lo que es peor, son capaces de hacerle daños a
su vehículo en caso de no entregarles propina. Este tipo de actividades debe ser
sin duda prevenida por las autoridades. Mi recomendación es que si visita por
única vez a un lugar determinado, acepte las condiciones cuando se estacione y
luego, cuando le toque salir, "hágase el loco" con la propina. Si le
toca en un lugar frecuente trate de buscar otras alternativas, y en última
instancia, si decide no dar propinas y le hacen algún daño a su vehículo,
denúncielo a las autoridades y a las empresas de seguro. Haga que la opinión
pública conozca el caso. Lamentablemente nuestra sociedad tiene muchas zonas
secuestradas y algunas en municipios supuestamente democráticos.
Están también las propinas en los restaurantes, la mayoría de los
establecimientos establece un porcentaje por servicios, entonces, no se sienta
obligado a aportar más, lamentablemente nos han quitado la posibilidad de
premiar el trabajo y de limitarnos cuando estamos insatisfechos. Más bien,
nuestro deber es exigir un buen servicio pues lo estamos pagando.
Los buhoneros
La existencia de vendedores ambulantes
es consecuencia de múltiples errores en políticas públicas, para algunas
personas es la posibilidad de obtener ingresos sin necesidad de formalizarse,
cuando formalizarse es imposible. Lo malo es que muchos buhoneros ocupan
ilegalmente zonas públicas sobornando a las autoridades de turno, en otros
casos forman parte de mafias que sacan productos de las redes formales y los
venden a precios más elevados en la calle, enriqueciendo a grupos de corruptos.
Ayudar a la perversión le empobrece.
En conclusión, las limosnas, las propinas y las compras en buhoneros
son nocivas para la sociedad, y al evitar realizarlas genera un impacto
positivo para la sociedad. Así que no es ni mala idea hacerle caso a la
recomendación de no dar limosnas ni propinas y no comprarles ni agua a los
vendedores ambulantes.
*_El doctor Ackerman,
es profesor de pre y postgrado de las Universidades "Simón Bolívar" y
Católica "Andrés Bello", máster en administración financiera
del IESA y columnista el Diario "El Mundo, Economía y Negocios".
Twitter: @PardeyBlogger e-mail: pardeyblogger@gmail.com
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