Venezuela
en esta óptica
La recesión democrática
“Hay dos importantes recesiones
en marcha en el mundo actual. Una ha
captado enorme atención: la recesión económica, sin embargo, pasará con el
tiempo, y el planeta no resultará muy afectado por el desgaste. La otra no ha
captado atención alguna. Se le conoce como “la recesión democrática”, y si no
se revierte, cambiará al mundo por largo tiempo.” , la afirmación la hace
Thomas L. Friedman, ganador de tres Premios “Pulizer” y columnista del The New
York Times.
El término “recesión democrática” fue acuñado por
Larry Diamond, politólogo de la Universidad de Stanford, en su nuevo libro, “El espíritu de la democracia.” Además,
los números cuentan la historia. Freedom
House, que lleva un registro de las tendencias democráticas y electorales por
todo el mundo, notó que el 2007, fue el peor año para la libertad en el mundo
desde el final de la Guerra Fría. Casi 38 Estados —lo cual representa casi
cuatro veces más— declinaron en sus calificaciones democráticas, en comparación
con 10 que las mejoraron.
¿Qué explica esto? Se pregunta
Friedman. Un gran revés que está siendo impulsada por el ascenso del
petro-autoritarismo. Desde hace ya largo tiempo he argumentado que el precio
del petróleo y el paso de la libertad operan en una correlación inversa, la
cual defino como “La Primera Ley de la Petro-Política”. A medida que el precio
del hidrocarburo sube, el paso de la libertad baja. Conforme el precio del
crudo desciende, el paso de la libertad se incrementa.
“En el mundo existen 23 países que obtienen cuando
menos 60 por ciento de sus exportaciones del petróleo y el gas natural, y
ninguno de ellos es una verdadera democracia”, explica Diamond. “Rusia,
Venezuela, Irán y Nigeria son el ejemplo perfecto” de esta tendencia, en la
cual los dirigentes arrebatan el petróleo con el fin de atrincherarse en el
poder.
-Pero, si bien el petróleo es crucial para
sofocar la ola democrática, no es el
único factor. El declive de la influencia y autoridad moral de Estados Unidos
también ha tenido un precio. El esfuerzo con miras a crear una democracia en
Irak por parte de la administración Bush ha estado plagado de yerros a tal
grado, por nosotros y por los iraquíes, que la capacidad y la voluntad de
Estados Unidos para fomentar la democracia en otras partes han terminado
arruinada. Los escándalos de tortura en Abu Ghraib y Bahía de Guantánamo
tampoco han sido de ayuda. “Se ha dilapidado considerablemente tanto el poder
suave de los estadounidenses, como el poder duro, en años recientes”, comentó
Diamond, quien trabajó en Irak como especialista en la democracia.
Los tipos malos lo saben y están aprovechando esa
circunstancia. Y uno de los lugares en los que se ve con mayor frecuencia es
Zimbabwe, donde el presidente Robert Mugabe ha estado intentando robarse la
elección, después de varios años de conducir a su país al hoyo. Yo diría que no
hay líder más repelente en el mundo actual que Mugabe. El único que rivaliza
con él es su vecino y principal facilitador y protector, el presidente de
Sudáfrica, Thabo Mbeki. Si este hubiera retirado su respaldo económico y
político por el gobierno de Mugabe, el presidente de Zimbabwe habría renunciado
hace ya mucho tiempo. No obstante, Mbeki no siente lealtad hacia el sufrimiento
del pueblo zimbabwense.
Lo que Mugabe le ha hecho a este país es uno de los
actos más grotescos de un mal gobierno en la historia. La inflación es tan alta
que los zimbabwenses tienen que cargar su divisa —si efectivamente la tienen—
en bolsas. Escasean los productos en las tiendas; la agricultura prácticamente
se ha venido abajo; prolifera la delincuencia por parte de ciudadanos que
meramente están muriendo de hambre; además, la red del suministro eléctrico no
puede mantener encendida la luz.
¿Qué puede hacer Estados Unidos? En Zimbabwe se
debe trabajar con líderes africanos decentes, como el de Zambia, Levy
Mwanawasa, con el fin de ejercer presión enfocada a una transición pacífica. Y
con nuestros aliados occidentales deberíamos amenazar con llevar a la camarilla
de Mugabe ante la Corte Penal Internacional en La Haya —justamente como hicimos
con los dirigentes de Serbia—, si siguen subvirtiendo la elección.
Empero,
los estadounidenses también necesitamos hacer todo lo posible por desarrollar
alternativas al petróleo para debilitar a los petro-dictadores. Esa es otra
razón por la cual la propuesta de John McCain y Hillary Clinton, relativa a
suspender el impuesto federal a la gasolina durante el verano —para que los
estadounidenses puedan conducir más y mantener en altos niveles el precio de la
gasolina— no es una inofensiva dádiva. Tampoco es el fin de la civilización.
Sencillamente es otro clavito en el ataúd de la
democracia alrededor del mundo.
Fuente: The New York Times News Service.
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