sábado, 6 de octubre de 2012



Venezuela en esta óptica

La recesión democrática
Tomas L. Friedman

  “Hay dos importantes recesiones en marcha en el mundo actual.  Una ha captado enorme atención: la recesión económica, sin embargo, pasará con el tiempo, y el planeta no resultará muy afectado por el desgaste. La otra no ha captado atención alguna. Se le conoce como “la recesión democrática”, y si no se revierte, cambiará al mundo por largo tiempo.” , la afirmación la hace Thomas L. Friedman, ganador de tres Premios “Pulizer” y columnista del The New York Times.

El término “recesión democrática” fue acuñado por Larry Diamond, politólogo de la Universidad de Stanford, en su nuevo libro, “El espíritu de la democracia.” Además, los números cuentan la historia.  Freedom House, que lleva un registro de las tendencias democráticas y electorales por todo el mundo, notó que el 2007, fue el peor año para la libertad en el mundo desde el final de la Guerra Fría. Casi 38 Estados —lo cual representa casi cuatro veces más— declinaron en sus calificaciones democráticas, en comparación con 10 que las mejoraron.
¿Qué explica esto?  Se pregunta  Friedman. Un gran revés que está siendo impulsada por el ascenso del petro-autoritarismo. Desde hace ya largo tiempo he argumentado que el precio del petróleo y el paso de la libertad operan en una correlación inversa, la cual defino como “La Primera Ley de la Petro-Política”. A medida que el precio del hidrocarburo sube, el paso de la libertad baja. Conforme el precio del crudo desciende, el paso de la libertad se incrementa.
“En el mundo existen 23 países que obtienen cuando menos 60 por ciento de sus exportaciones del petróleo y el gas natural, y ninguno de ellos es una verdadera democracia”, explica Diamond. “Rusia, Venezuela, Irán y Nigeria son el ejemplo perfecto” de esta tendencia, en la cual los dirigentes arrebatan el petróleo con el fin de atrincherarse en el poder.
-Pero, si bien el petróleo es crucial para sofocar  la ola democrática, no es el único factor. El declive de la influencia y autoridad moral de Estados Unidos también ha tenido un precio. El esfuerzo con miras a crear una democracia en Irak por parte de la administración Bush ha estado plagado de yerros a tal grado, por nosotros y por los iraquíes, que la capacidad y la voluntad de Estados Unidos para fomentar la democracia en otras partes han terminado arruinada. Los escándalos de tortura en Abu Ghraib y Bahía de Guantánamo tampoco han sido de ayuda. “Se ha dilapidado considerablemente tanto el poder suave de los estadounidenses, como el poder duro, en años recientes”, comentó Diamond, quien trabajó en Irak como especialista en la democracia.
Los tipos malos lo saben y están aprovechando esa circunstancia. Y uno de los lugares en los que se ve con mayor frecuencia es Zimbabwe, donde el presidente Robert Mugabe ha estado intentando robarse la elección, después de varios años de conducir a su país al hoyo. Yo diría que no hay líder más repelente en el mundo actual que Mugabe. El único que rivaliza con él es su vecino y principal facilitador y protector, el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki. Si este hubiera retirado su respaldo económico y político por el gobierno de Mugabe, el presidente de Zimbabwe habría renunciado hace ya mucho tiempo. No obstante, Mbeki no siente lealtad hacia el sufrimiento del pueblo zimbabwense.
Lo que Mugabe le ha hecho a este país es uno de los actos más grotescos de un mal gobierno en la historia. La inflación es tan alta que los zimbabwenses tienen que cargar su divisa —si efectivamente la tienen— en bolsas. Escasean los productos en las tiendas; la agricultura prácticamente se ha venido abajo; prolifera la delincuencia por parte de ciudadanos que meramente están muriendo de hambre; además, la red del suministro eléctrico no puede mantener encendida la luz.
¿Qué puede hacer Estados Unidos? En Zimbabwe se debe trabajar con líderes africanos decentes, como el de Zambia, Levy Mwanawasa, con el fin de ejercer presión enfocada a una transición pacífica. Y con nuestros aliados occidentales deberíamos amenazar con llevar a la camarilla de Mugabe ante la Corte Penal Internacional en La Haya —justamente como hicimos con los dirigentes de Serbia—, si siguen subvirtiendo la elección.
Empero, los estadounidenses también necesitamos hacer todo lo posible por desarrollar alternativas al petróleo para debilitar a los petro-dictadores. Esa es otra razón por la cual la propuesta de John McCain y Hillary Clinton, relativa a suspender el impuesto federal a la gasolina durante el verano —para que los estadounidenses puedan conducir más y mantener en altos niveles el precio de la gasolina— no es una inofensiva dádiva. Tampoco es el fin de la civilización.
Sencillamente es otro clavito en el ataúd de la democracia alrededor del mundo.

Fuente: The New York Times News Service.

No hay comentarios:

Publicar un comentario