La
columna de Boris Ackerman (*)
Finanzas
personales y valores
Dr. Boris Ackerman |
● Tanto quienes se lucran de la
corrupción como quienes los rodean más que ricos son inmensamente miserables y
aborrecibles. Estamos obligados a darles la espalda.
● Queremos empezar por reconocer
que en nuestra sociedad las riquezas súbitas y producto de actos de corrupción,
que en nada tienen que ver con los valores personales, son comunes desde los
tiempos de la Colonia.
Sin embargo, esas fortunas amasadas gracias a trabas
administrativas, prebendas, contrabando, uso de información privilegiada o
actos ilegales realizados ante la vista gorda de funcionarios públicos objetos
de sobornos, no solamente hacen daño a la sociedad pues deterioran y hasta
pudren sus cimientos, sino que además generan miseria para grandes sectores de
la población, los cuales terminan pagando los altísimos costos de las
ineficiencias y los peajes y las vagabunderías impuestas por funcionarios que
terminan enriqueciéndose de la noche a la mañana.
Amigo lector, esas riquezas rodeadas de mares de
pobreza e ignorancia son terriblemente perjudiciales y siempre se rodean de
ostentación, mal gusto, ignorancia, ordinariez y aduladores.
A decir verdad, tanto quienes se lucran de la
corrupción como quienes los rodean más que ricos son inmensamente miserables y
aborrecibles y como ciudadanos estamos obligados a darles la espalda de la
manera más firme. Son personas que no merecen el respeto de nadie.
Por eso, si observa que repentinamente un familiar,
vecino o conocido comienza repentinamente a hacerse de objetos de valor y a
ostentar un nivel de vida demasiado alto sin que eso se explique en el
desarrollo de algún exitoso concepto de negocios o una labor profesional de
alta calidad, lo recomendable es quitarle el trato a esta persona. Pues se
trata de un individuo muy nocivo para la sociedad, siéntase con el derecho de
indagar la verdad, censurarlo y divulgar la condición.
Por otra parte, la verdadera riqueza que sí representa
beneficios no solamente para quien la detenta sino para el entorno que le
rodea, es la que se fundamenta en valores. Las personas que tienen claras sus
prioridades y que saben mantenerse dentro de sus principios, son mucho más
proclives a conseguir la estabilidad y la seguridad financiera.
Es entonces como el camino a la auténtica fortuna no
se construye con actos inmorales sino más bien que es el producto de numerosas
actividades que implican esfuerzo sostenido, y claro está, altos valores
personales. Es así como queremos describir algunos de los valores que
efectivamente conducen a la prosperidad.
Dichos valores no son milagrosos, pero son modelos a
seguir, que a la larga terminan cambiando para bien la vida de las personas.
Tener
prioridades claras
A la hora de gastar, no todo es igualmente
prioritario, los lujos, las fiestas y la cursilería, deben ocupar los últimos
lugares de la lista y simplemente deben ser temas ignorados hasta tanto sus
necesidades más prioritarias estén cubiertas, ¿y cuáles son esas necesidades
prioritarias? La salud, es decir, el acceso a atención médica preventiva y
curativa de calidad, actualizada y con los más altos estándares, la
alimentación sana y balanceada, una educación que le abra puertas y
posibilidades inmensas a sus hijos, una vivienda segura ante fenómenos
naturales, los momentos de calidad con su familia, la actividad física para
mantener la salud.
Dentro de estas prioridades, no está ni la ropa de
marca, ni equipos de sonido y video ni mucho menos costosos vehículos o
camionetas. En nuestra modesta opinión, el cubrir primero las verdaderas
necesidades acerca a la riqueza, pero el dedicar importantes partes de su
presupuesto a lujos innecesarios, nos aleja de la seguridad financiera y por
ende de la prosperidad.
El
ahorro como valor
El ahorro se define como la postergación del consumo.
En palabras sencillas, si usted cuenta con un ingreso que no necesita por los
momentos, lo recomendable es postergar ese consumo para momentos en los que sus
ingresos no le alcancen. Ese es sin duda un valor prioritario que debe
trasmitirse a su familia y solamente se enseña con el ejemplo de frugalidad.
Ser frugal implica saber acomodarse con lo que necesita y tener un mínimo de
desperdicio.
Vivir
para uno y no para los demás
La presión social existe y muchas personas sucumben
ante ella. Mi sugerencia ante la presión social es ver qué hay detrás de ella.
Cuando profesionales de la psicología desmontan temas como la presión por
obtener bienes costosos para lucirlos ante los demás, en general concluyen que
detrás de esas actitudes hay condiciones de baja autoestima y falta de afecto.
Es decir, quienes se desviven por tener objetos de
lujo o presentar a los demás una imagen de éxito fundamentada más que en logros
en la ostentación de bienes costosos, en realidad carecen de autoestima, se
sienten inseguros y terminan adquiriendo porquerías caras para blandírselas a
los demás y así tener momentos de reconocimiento y en consecuencia de
seguridad.
Quiérase entonces y comience a vivir para usted, ese
es un valor fundamental que conduce a la prosperidad, pues le quitará el peso
de los enormes compromisos financieros para adquirir camionetas, teléfonos,
acciones de clubes, prendas costosas, etc.
Además, esa actitud le dejará disfrutar de lo que
realmente desea y no de cómo quiere que los demás lo vean.
La
familia como principio fundamental
Dentro de nuestro orden social, la familia es la
célula fundamental, observamos que el impulsar y ayudar a nuestros familiares
cercanos, termina por revertirse a nuestro favor pues claramente fortalece
nuestros nexos y logra que comencemos a estar rodeados de gente cada vez más
capaz, segura y próspera, dispuesta a apoyarnos y a acometer proyectos con
nosotros.
Es decir, el apoyo a la familia genera un círculo
virtuoso donde todos ganan.
Tradiciones
que construyen riqueza
Tradiciones familiares que van desde las reuniones
periódicas de la familia ampliada, hasta la gastronomía tradicional, son parte
de nuestra identidad que significa riqueza cultural. El mantenerlas implica
sostenernos sobre valores muchas veces centenarios o milenarios que siempre
apuntan hacia el apoyo mutuo, el compartir y el brindar oportunidades.
El doctor Ackerman, es profesor de pre y postgrado de las Universidades
"Simón Bolívar" y Católica "Andrés Bello", máster en
administración financiera del IESA y columnista el Diario "El Mundo,
Economía y Negocios".
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