Jueves de economía, con Boris Ackerman *
Gobiernos ruinosos
Doctor Boris Ackerman |
El deber del
ciudadano es proteger el producto de su esfuerzo en divisas extranjeras y no en
moneda local. Eso, para nada, es una actitud apátrida.
En la dura
lucha por la supervivencia financiera, los seres humanos se ven en la
obligación de salvaguardar su patrimonio familiar, y muchas veces se ven
enfrentados a las pésimas decisiones de algunos Estados o gobiernos que
definitivamente amenazan el fruto de años o décadas de duro trabajo e inmensos
sacrificios.
Desde Nerón
hasta Rodríguez Zapatero, pasando por siniestros personajes como Lenin, Herodes
o Mussolini, por reyes, presidentes y dictadores todopoderosos, los hombres
fuertes que han detentado y monopolizado el poder han sido siempre de los
primeros expoliadores y confiscadores de los ahorros de la gente decente y
trabajadora.
Ya sea a
través de mecanismos de dominación, debido al populismo, a la irresponsabilidad
descarada, o gracias a las imbéciles equivocaciones de los gobernantes y sus
secuaces, el producto del trabajo honesto y la calidad de vida de millones y
millones de personas se han visto aplastados, y lo peor es que luego de las
ruinas, nadie se hace responsable, quedando sociedades enteras en la más
absoluta miseria.
Sin embargo,
quienes cometieron los abusos y errores, para nada pasarán trabajo luego de las
masivas quiebras.
Los
mecanismos de fraude que ejecutan los gobiernos van desde guerras innecesarias
en nombre de supuestos ideales nacionales hasta expropiaciones y ataques a la
propiedad privada.
Pero también
el permitir desequilibrios en las economías, el incentivar ineficiencias, el
mantener y multiplicar a los parásitos a través de innumerables dádivas
populistas o el cerrar paso a la iniciativa empresarial con medidas
restrictivas, permisos o alcabalas empobrecen a quienes efectivamente trabajan
y se esfuerzan para lograr sus metas.
De igual
manera, los poderosos gobernantes son usualmente muy críticos del hombre libre,
por sus "cuestionables" acciones en pos de la defensa de su
patrimonio personal.
De esta
forma, actitudes como el invertir en economías con menor riesgo, retirar
dineros de sistemas financieros altamente riesgosos, o simplemente no invertir
cuando la amenaza de expropiación se hace evidente, es normalmente criticado y
calificado como inmoral o antipatriótico por quienes detentan el poder.
No es
novedoso que arruinadores de países como por ejemplo Velasco Alvarado en el
Perú o Perón en la Argentina hayan repetido como mantras palabras como
"apátridas" o "traidores" para referirse a quienes
simplemente en esos tiempos buscaban salvar el producto de su esfuerzo de
muchos años.
El tema es
entonces de índole ético, resulta que los inmorales en el poder terminan por
ser acusadores, críticos e inquisidores de quienes simplemente tratan de
garantizar el futuro de sus familias en medios donde la miseria está a la
vuelta de la esquina.
Lo realmente
inmoral es, sin embargo, el bloquear y condenar los mecanismos de ahorro
familiar y de defensa del patrimonio.
Y el
cuestionamiento moral definitivamente debe ejecutarse contra los poderosos y no
contra las clases medias y trabajadoras en defensa de sus reservas personales y
familiares.
Los que
realmente tienen la culpa de las crisis son los gobiernos que vacían reservas o
que desvían recursos de las verdaderas prioridades; nunca quienes defienden sus
propiedades.
Algunas
alertas de posibles situaciones y políticas ruinosas
Existe un
conjunto de indicadores a los cuales el ciudadano común debe prestar atención,
pues con bastante probabilidad podrían ser predictores de crisis y de
situaciones ruinosas. A continuación algunos ejemplos:
Déficit en el
sector público, aumento en el circulante y reducción de reservas
internacionales: cuando un Estado o Gobierno gasta más del dinero que es capaz
de obtener por concepto de impuestos, y al mismo tiempo cubre ese déficit
incrementando la cantidad de dinero en circulación, mientras en paralelo se
evidencia una baja en las reservas internacionales que mantiene un país en
divisas, de mantenerse la tendencia, en un corto plazo, el soporte a la moneda
local dejará de existir y eso traerá consigo una fuerte devaluación que no es
sino el mismo Estado sacándole dinero del bolsillo a sus habitantes.
La fuerte
devaluación redundará entonces en la caída del poder adquisitivo y el
consecuente empobrecimiento de grandes mayorías.
Es así como
ante esas tres campanadas de advertencia, el deber del hombre de la calle es en
esencia el de proteger en forma urgente sus ahorros, no teniéndolos en moneda
local sino más bien en divisas extranjeras.
¿Es esa una
actitud apátrida o traidora si el dinero vino del trabajo y el esfuerzo? Para
nada.
Incremento en
el precio de acciones, inmuebles o mercancías: una situación con esas
características es consecuencia de escaladas especulativas a las cuales los
estados y gobiernos quizás no presten atención u oculten para mantener
situaciones de bonanza, en favor de su popularidad.
Las más de
las veces, los gobiernos tienen mucha responsabilidad en la formación y en los
estallidos de burbujas financieras, pues tienden a alimentar con incentivos
artificiales dichos mecanismos, incentivos tales como impulso a la masa de
dinero en circulación, déficits del sector público o supervisión irresponsable
a los sistemas financieros.
Es así como
en general funcionarios públicos tienden a tildar de saboteadores a quienes
anticipan los estallidos de mercados especulativos.
Como
reflexión final, consideramos que más que criticar o condenar a quienes ponen
su dinero a salvo o a quienes anticipan crisis, las sociedades deben
evolucionar a mayores grados de transparencia.
Un elemento
de transparencia que podría mejorar significativamente la calidad de vida del
hombre es sin duda la divulgación en medios masivos de todas las decisiones y
acciones tomadas por quienes detentan determinado grado de poder o poseen
patrimonios personales superiores a ciertas sumas.
De esta
forma, la población en general podrá reaccionar en forma anticipada a cualquier
acción sospechosa o inmoral en función de no ser víctima.
*_El doctor
Ackerman, es profesor de pre y postgrado de las Universidades "Simón
Bolívar" y Católica "Andrés Bello", máster en
administración financiera del IESA y columnista el Diario "El Mundo,
Economía y Negocios".
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