jueves, 17 de enero de 2013




El socialismo le empobrece /I

Dr. Boris Ackerman
El modelo, siempre generoso con los bienes que otros producen, es un simpático atajo para quienes quieren y no tienen.
El socialismo es claramente un modelo de gobierno que en el corto plazo genera simpatías, expectativas de reparto entre la población y la obtención de bienes y servicios no producidos por quienes los consiguen sin mayor esfuerzo gracias a ese reparto.
Es por demás atractivo, sobre todo, para quienes consideran que la sociedad de alguna forma los ha marginado o no les ha dado los recursos para adquirir los productos y propiedades de los cuales se creen merecedores.
Un mundo donde hay que trabajar por todo, es tremendamente frustrante para quienes quieren y no tienen, y el socialismo, siempre generoso con los bienes que otros producen, es evidentemente un simpático atajo.
Adicionalmente la retórica de los socialistas es siempre capaz de tocar las fibras de la población, pues acude a valores inculcados en muchas colectividades: la generosidad, la visión en colectivo, el triunfo del débil sobre el fuerte, la lucha contra las injusticias que la sociedad forja, el reparto de los excedentes, etcétera.
El socialismo contemporáneo, viene además reforzado y acompañado de un combo de mensajes sumamente complacientes y fáciles de asimilar, sobre todo para las personas que no buscan enriquecer su conocimiento con información que proviene de distintos orígenes que los tradicionales y más abundantes.
Conceptos como la supuesta defensa del medio ambiente, el ideal del buen salvaje, la culpabilidad del hombre en el calentamiento global, el mundo multipolar, el cercano agotamiento de los recursos del planeta, el antisemitismo disfrazado de antisionismo, las teorías conspirativas y el anticapitalismo, son banderas que los liderazgos socialistas venden muy bien, gracias a una clientela que no investiga más allá de lo que recibe de una o de muy pocas fuentes de información.
Esa descompuesta ensalada de pensamientos concluye culpando al progreso, a la civilización, a los avances tecnológicos y científicos de todos los males que aún persisten en la humanidad y ahí aparece la primera característica empobrecedora del socialismo: la restricción a la libertad humana y la culpabilización del progreso.
Mitos que en realidad restringen actividades potencialmente creadoras de bienestar, para la misma sociedad que los socialistas pretenden defender.
Es decir, el socialismo impide que se produzcan más mercancías o que se oferten más alternativas de negocios y, con eso, se creen más empleos, evitando así que el bienestar alcance a más personas.
Cuando observe que en el país faltan empleos o que no se consiguen productos, pero que a su alrededor retumba la absurda retórica que culpabiliza al capitalismo de todos los males, estará viendo una clara prueba de lo absurdo y empobrecedor que el socialismo resulta.

Carencia de incentivos
Para los modelos socialistas, la iniciativa individual y la condición innata que tiene el ser humano de crear, de innovar y de obtener para sí mismo parte de los beneficios de su legado, es absolutamente indeseable por dos razones: la innovación de por sí va en contra de la uniformidad que pretenden los ideólogos del socialismo; y en segundo lugar, que alguien obtenga algún tipo de ganancia adicional por crear o inventar va en contra de la tesis que considera que el trabajo debe recompensarse por igual, independientemente de la formación previa o del ingenio aplicado.
El resultado es simplemente la carencia de incentivos a la innovación y la consecuente mediocridad que empobrece a todos.
Al castigar de esa forma la innovación, el socialismo la evita y priva a millones de personas de la posibilidad de progresar.
Piense solamente en las severas diferencias en las condiciones de vida que privan en Corea del Norte y Corea del Sur o antes de 1990 entre Alemania Oriental y Alemania Occidental.

Regulaciones de precios
Los precios según la visión de los socialistas no deben obedecer a los que determine la oferta y la demanda; para ellos un funcionario del Estado siempre tendrá mejor calidad de información y más capacidad de decidir sobre la asignación de precios, que la sociedad en su totalidad.

Eso sí, en sus fases más elevadas, el socialismo regula los precios a niveles que no crean incentivo alguno para producir, distribuir o comercializar. Es así como las mercancías se desvían al denominado mercado informal.
Detrás de los mercados informales o negros, se desarrollan organizaciones criminales que lucran a unos cuantos poderosos con la capacidad de movilizar mercancías, los contactos para que los funcionarios se hagan de la vista gorda y el bolsillo suficiente para la adquisición de las mercancías reguladas a sobreprecio.
Esas organizaciones hacen que el consumidor final, es decir usted, termine pagando un precio superior al que se lograría en una economía de mercado, robándole así una buena parte del valor de su esfuerzo.

Desconfianza
Otra consecuencia del socialismo, es que ante la imposición de restricciones y la regulación de todas las actividades humanas, la probabilidad de que las restricciones se irrespeten aumenta significativamente.
Cuando todo está prohibido, la gente hace cosas prohibidas. Así mismo, los gobiernos de corte socialista construyen organizaciones de inteligencia destinadas a reprimir cualquier intento de violación a las regulaciones.
Por otra parte, al no poder hacer actividades por la vía legal, quienes las realicen, quedarán desamparados ante cualquier estafa o fraude, disparándose de esa manera los fraudes que empobrecen a personas honestas y enriquecen sobremanera a los pícaros.
Adicionalmente, la misma desconfianza evita que muchas personas dejen de realizar actividades productivas e incrementan los costos de las transacciones, pues quien intermedie en una transacción, solamente lo hará a cambio de una ganancia significativa. Todo eso, empobrece a quien actúa en forma honesta.

Obstáculos al inicio de empresas
En los sistemas socialistas, se crean numerosas alcabalas que impiden a los nuevos empresarios comenzar en un negocio; esa condición dificulta la competencia y evita que el consumidor tenga mayores posibilidades de elegir, empobreciéndolo tanto a él como al potencial nuevo empresario.

*_El doctor Ackerman, es profesor de pre y postgrado de las Universidades "Simón Bolívar" y Católica "Andrés Bello",  máster en administración financiera del IESA y columnista el Diario "El Mundo, Economía y Negocios".


Twitter: @PardeyBlogger        e-mail: jairopardeyarrieta@gmail.com

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