Mi abuelo dice que no duerme…*
“Mi abuelo dice que no duerme… y sin embargo lo oigo roncar”. Esta
frase la escuchamos a menudo y no nos sorprende, ya que los ancianos se quejan
de no dormir bien. Y por lo general tienen razón, veamos porqué.
La mitad de los ancianos –y damos este apelativo a los mayores de 65
años- se quejan de tener problemas de sueño, reportando dificultad para iniciar
y/o mantener el sueño y sueño poco reparador. De hecho, para algunos
investigadores, el avance de la edad aumenta la probabilidad de tener insomnio,
lo que también sucede para otros trastornos del dormir, como el ronquido y el
cese temporal y recurrente de la respiración durante el sueño – o apnea del
sueño. Pero a pesar de que algunos se quejan de mayor tiempo para dormirse, los
registros de sueño muestran que el cambio que ocurre más consistentemente es la
fragmentación del sueño, es decir, la interrupción frecuente del sueño. Una
dimensión de la fragmentación o discontinuidad del sueño es el Índice de
microdespertares por hora, que resulta de dividir el número de despertares
breves (menores de 15 segundos) entre el número de horas de sueño. Este índice
es mayor en los ancianos y se hace más severo si coexisten desórdenes
respiratorios como el ronquido y la apnea del sueño. En estas condiciones el
sueño se interrumpe recurrentemente y se hace más ligero. La fragmentación del
sueño aumenta el tiempo de vigilia dentro del período de sueño, por lo que
disminuye la eficiencia del sueño (₁.)
Otro aspecto a considerar en los ancianos es la profundidad del sueño.
Las investigaciones han mostrado que el sueño va haciéndose más superficial en
los hombres a medida que envejecen,
existiendo una notable diferencia
entre los sexos. Dicho de otra manera, las mujeres dormimos más profundamente
que los hombres a medida que envejecemos. Un estudio ampliamente citado
suministra cifras muy interesantes: Por encima de los 70 años los hombres pasan
5,5 % del período de sueño durmiendo profundamente, mientras que las mujeres
dormimos profundamente 17,2 % del tiempo, esa misma edad. Ese hallazgo, de ser
corroborado por otros estudios, lleva a hacerse la pregunta. ¿Por qué esa
diferencia? ¿Tendrá ello relación con la mayor longevidad de las mujeres?
Una consecuencia de la carencia de sueño profundo es la disminución de
la secreción de la hormona de crecimiento. Esta hormona, importante en el
adulto para mantener en buena forma los tejidos y la capacidad del sistema
inmunológico para defenderse de las agresiones externas, se secreta
primariamente durante el sueño profundo.
A medida que disminuye el sueño profundo, también lo hace la hormona de
crecimiento y por ende, se debilita la restauración del organismo y la
posibilidad de defensa contra los gérmenes invasores.
Regresemos a la observación con que iniciamos este artículo: Es
cierto, oímos roncar a nuestro abuelo, pero a pesar de que duerme, su sueño es
menos reparador ya que es más discontinuo y más superficial. De allí que hay
que prestar atención a la queja de insomnio de los abuelos y tomar todas las
medidas posibles para mejorar su calidad del sueño, y esto redundará en mejor
calidad de vida y mayor longevidad.
₁.-La eficiencia del
sueño es una medida que resulta de dividir el número de minutos de sueño entre el número de minutos en la
cama.
* La doctora Betty Pardey de Maldonado, nuestra columnista
invitada, autora de este artículo, es médico, de la Universidad Central de
Venezuela; neurólogo, la de Universidad “Cayetano Heredia”, del Perú y PhD en
neurofisiología, de la Universidad de Berkeley (California), Estados Unidos de
Norteamérica. Actualmente se desempeña como directora de la Clínica del Sueño,
en la Unidad Quirúrgica Los Sauces, en San Bernardino, Caracas.
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