martes, 6 de agosto de 2013

Neurologia


Mi abuelo dice que no duerme…*

“Mi abuelo dice que no duerme… y sin embargo lo oigo roncar”. Esta frase la escuchamos a menudo y no nos sorprende, ya que los ancianos se quejan de no dormir bien. Y por lo general tienen razón, veamos porqué.
La mitad de los ancianos –y damos este apelativo a los mayores de 65 años- se quejan de tener problemas de sueño, reportando dificultad para iniciar y/o mantener el sueño y sueño poco reparador. De hecho, para algunos investigadores, el avance de la edad aumenta la probabilidad de tener insomnio, lo que también sucede para otros trastornos del dormir, como el ronquido y el cese temporal y recurrente de la respiración durante el sueño – o apnea del sueño. Pero a pesar de que algunos se quejan de mayor tiempo para dormirse, los registros de sueño muestran que el cambio que ocurre más consistentemente es la fragmentación del sueño, es decir, la interrupción frecuente del sueño. Una dimensión de la fragmentación o discontinuidad del sueño es el Índice de microdespertares por hora, que resulta de dividir el número de despertares breves (menores de 15 segundos) entre el número de horas de sueño. Este índice es mayor en los ancianos y se hace más severo si coexisten desórdenes respiratorios como el ronquido y la apnea del sueño. En estas condiciones el sueño se interrumpe recurrentemente y se hace más ligero. La fragmentación del sueño aumenta el tiempo de vigilia dentro del período de sueño, por lo que disminuye la eficiencia del sueño (₁.)
Otro aspecto a considerar en los ancianos es la profundidad del sueño. Las investigaciones han mostrado que el sueño va haciéndose más superficial en los hombres a medida que envejecen,  existiendo una  notable diferencia entre los sexos. Dicho de otra manera, las mujeres dormimos más profundamente que los hombres a medida que envejecemos. Un estudio ampliamente citado suministra cifras muy interesantes: Por encima de los 70 años los hombres pasan 5,5 % del período de sueño durmiendo profundamente, mientras que las mujeres dormimos profundamente 17,2 % del tiempo, esa misma edad. Ese hallazgo, de ser corroborado por otros estudios, lleva a hacerse la pregunta. ¿Por qué esa diferencia? ¿Tendrá ello relación con la mayor longevidad de las mujeres?
Una consecuencia de la carencia de sueño profundo es la disminución de la secreción de la hormona de crecimiento. Esta hormona, importante en el adulto para mantener en buena forma los tejidos y la capacidad del sistema inmunológico para defenderse de las agresiones externas, se secreta primariamente durante el sueño profundo.  A medida que disminuye el sueño profundo, también lo hace la hormona de crecimiento y por ende, se debilita la restauración del organismo y la posibilidad de defensa contra los gérmenes invasores.
Regresemos a la observación con que iniciamos este artículo: Es cierto, oímos roncar a nuestro abuelo, pero a pesar de que duerme, su sueño es menos reparador ya que es más discontinuo y más superficial. De allí que hay que prestar atención a la queja de insomnio de los abuelos y tomar todas las medidas posibles para mejorar su calidad del sueño, y esto redundará en mejor calidad de vida y mayor longevidad.

₁.-La eficiencia del sueño es una medida que resulta de dividir el número de minutos   de sueño entre el número de minutos en la cama.

* La doctora Betty Pardey de Maldonado, nuestra columnista invitada, autora de este artículo, es médico, de la Universidad Central de Venezuela; neurólogo, la de Universidad “Cayetano Heredia”, del Perú y PhD en neurofisiología, de la Universidad de Berkeley (California), Estados Unidos de Norteamérica. Actualmente se desempeña como directora de la Clínica del Sueño, en la Unidad Quirúrgica Los Sauces, en San Bernardino, Caracas.



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