sábado, 20 de julio de 2013

Economia

El gigantesco costo de la inseguridad (*)

Dr. Boris Ackerman
No solo invertimos en cerraduras, rejas y cámaras de seguridad, sino que todo es más caro porque menos empresas quieren operar en el país.
Querido lector, ¿ha pensado en la inmensa cantidad de recursos y en la extrema afectación a su calidad de vida por la tremenda inseguridad que vive nuestra sociedad? En realidad, la inseguridad la paga toda la sociedad con miseria, con privaciones, con una calidad de vida definitivamente insoportable y hoy queremos ayudarle a calcular el impacto en su bolsillo de ese empobrecedor fenómeno, cuyo único responsable es el Estado, que a todas luces resulta por demás laxo con los delincuentes violentos, pero dedica todas sus baterías a combatir a los estudiantes y profesores universitarios que simplemente buscan salvar la creación y la divulgación  del conocimiento, o a cualquier movimiento que propone otras alternativas y políticas públicas.
Señalaremos un conjunto de costos derivados de la inseguridad personal, estipendios que separamos en tres categorías: costos directos, costos de oportunidad y, por último, los más difíciles de estimar, costos psicológicos y de calidad de vida. Pero, en fin, un gobierno que tome medidas realmente definitivas para luchar en contra de la inseguridad será capaz de construir una sociedad más próspera para todos los estratos sociales.

Costos directos
En esta categoría, queremos referirnos a los desembolsos que deben efectuar los ciudadanos para adquirir  mecanismos de seguridad para protegerse del hampa. Cerraduras, blindajes, rejas, sistemas electrónicos de vigilancia. Piense usted en la proporción de sus ingresos y en la cantidad de dinero que usted ha gastado hasta ahora en sistemas cada vez más complejos, destinados a protegerle o al menos a hacerle sentir más seguro ante la delincuencia.
Además de las adquisiciones de mecanismos de seguridad, usted debería considerar lo pagado a empresas de vigilancia, en forma directa o a través del condominio de su lugar de residencia o trabajo. ¿No cree que ese dinero estaría mejor en su bolsillo? Si, por ejemplo, usted paga el equivalente a unos cien dólares mensuales en su cuenta de condominio, en 10 años y considerando un rendimiento de 8% anual, tendría 18.300  dólares en su cuenta bancaria; en 20, casi 59.000, pero olvídelo, debido a la inseguridad, seguramente ya usted lo gastó.
En esta categoría, entra el pago por lugares de refugio, desde lo que puede representar la mensualidad de algún club o gimnasio al cual usted decida ir para sentirse en un sitio relativamente seguro, pasando por enviar a sus hijos y familia a lugares menos peligrosos y, finalmente, lo que puede costar el asistir a un centro comercial en busca de sitios de esparcimiento. Cuente, en ese caso, los costos de estacionamiento y el consumo suntuario de alimentos o de productos causado por tener a un lugar de compras como sitio de entretenimiento.

Costos de oportunidad
La falta de inversión y generación de oportunidades y las trabas para tener un mayor número de empresas en el país que ofrezcan más productos y servicios a precios competitivos y generen empleo también impacta en sus finanzas personales.
Es decir, el pagar precios altos porque no hay oferta o el tener a menos empresas ofreciendo empleo en el país y la consecuente baja del salario a los profesionales y técnicos son factores que disminuyen los ingresos familiares. 
Asimismo, la capacidad que tendrían esos posibles inversionistas para consumir productos y servicios que las iniciativas personales de los venezolanos puedan ofertar, de alguna forma, merma su potencial de generación de ingresos.
Finalmente, la inseguridad aumenta la prima por riesgo, es decir, quienes quieran invertir, seguramente, esperarán mayores rendimientos por su dinero y muchos de esos beneficios provendrán de precios más altos.

Calidad de vida
En esta última categoría, queremos referirnos a aquellos costos casi imposibles de medir en dinero, pero con un gigantesco impacto en los niveles de bienestar de las personas decentes.
La zozobra que significa vivir en el temor, la incomodidad que representa el verse obligado a desconfiar de quienes se encuentran a nuestro alrededor, la angustia que representa el transitar por lugares en donde el hampa tiene el control son sin duda condiciones sumamente desagradables para la gente honesta y trabajadora como usted.
Si el Estado corrige todos esos elementos, haría una tremenda contribución a los niveles de prosperidad y calidad de vida de la población. Todo lo contrario de la constante desgracia que vive nuestro país, sometido al persistente ataque de la delincuencia, reflejado en sendas estadísticas que colocan a las ciudades venezolanas en los primeros lugares en asesinatos y crímenes violentos a nivel mundial, a pesar de los  intentos del gobierno para disimular las cifras.
Para terminar, quiero hacer llegar mi humilde sentimiento de pesar a la familia Benzaquén por la sensible pérdida de la señorita Stephanie. Quisiera expresarle mi más profundo dolor y manifestar mi esperanza en que el o los responsables paguen por su aborrecible y cobarde crimen.

En realidad, ningún delito violento debe quedar impune, la carga de la justicia debe caer con todo su peso y sin contemplación alguna sobre la escoria hamponil, si es que queremos una sociedad mejor.

*_El doctor Boris Ackerman, nuestro columnista invitado, es profesor de pre y postgrado de las Universidades "Simón Bolívar" y Católica "Andrés Bello",  máster en administración financiera del IESA y columnista el Diario "El Mundo, Economía y Negocios



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