Ciencia y política: ¿aliados estratégicos?
El nombre de este Blogger “Entre la Ciencia y la Política”, quizás suene raro para muchos. Es así como si en términos coloquiales colocáramos en una cesta o en una caja de herramientas un martillo con una manzana, pero no. Hoy día la ciencia se considera una aliada de la política y la política una aliada de la ciencia.
“El binomio ciencia-política, merece un estudio detenido y por lo tanto desprovisto de prejuicios, conducente a un proceso de alfabetización científica y tecnológica a todo nivel”.
Por eso para muchos investigadores de las ciencias sociales, la conjunción ciencia y política eleva la visibilidad no solo de las comunidades científicas sino del país en general, representando la respuesta social organizada de una nación a los retos de la competitividad mundial, que exigen de la ciencia un estatus político cada vez mayor.
Para una mejor comprensión y ampliación del tema, reseñamos una síntesis de un trabajo académico titulado “Ciencia y Política. Aliados estratégicos”, de los investigadores sociales Elsa Beatriz Acevedo Pineda, de Colombia y Pavel Díaz González de Mendoza, de Cuba.
“La humanidad como dimensión social y el hombre como actor y especie, está en la obligación de contribuir con resultados en la preservación del mundo en que vive, desarrollando un modelo desarrollo sustentable. La ese empeño, resulta imprescindible el desarrollo y aplicación de la ciencia en los diferentes niveles de la sociedad. Sin voluntad política de los estadistas y los gobiernos, resulta en la práctica planteamientos de un discurso estéril sin resultados medibles o peor aún hacer política empleando la ciencia y sus actores.”
En tal sentido en el estudio del binomio ciencia-política es necesario
aplicar los criterios de unidad en la diversidad, buscando en todo momento y en cada acción priorizar aquellos elementos de unión, obviamente sin descartar los problemas éticos implícitos que marcan la diferencia en las relaciones entre científicos y políticos.
Por su parte, los actuales desarrollos tecno-científicos, imponen a cada sociedad retos económicos, sociales, culturales, ambientales, éticos y naturalmente políticos. En estas condiciones de la inteligencia estratégica de sus dirigentes, depende la forma como se logre compaginar la acción estratégica de factores tan decisivos para el desarrollo de la sociedad.
Como forma de organización social y de poder, la ciencia debe participar activamente en el reordenamiento del poder mundial en las circunstancias actuales.
En las circunstancias actuales de nuestros países y ante la dimensión de sus contradicciones internas, ciencia y política ya no pueden ser consideradas antagónicas y lo que es peor, actuar como espacios lejanos, ajenos, cuando no contradictorios.
La urgencia de cambios profundos y estructurales exige la convergencia de ambas, mediante el diseño de políticas de inserción de la ciencia en el devenir político de nuestras nacionalidades, por encima de cualquier consideración que subestime el peso del desarrollo tecno-científico en las políticas de desarrollo endógeno.
La realidad latinoamericana caracterizada por la más amplia heterogeneidad, producto de asimetrías heredadas, manifiesta marcadas contradicciones socio económicas, con promedios muy bajos de necesidades básicas satisfechas. Este hecho obliga a nuestros países a diseñar agendas de desarrollo multilaterales, basadas en los aportes de los avances que en diferentes campos ofrecen tanto la ciencia como las innovaciones tecnológicas.
Frente a estas consideraciones la idea de optar por un desarrollo endógeno, basado en la independencia y autenticidad cobra fuerza frente a la monopolización del conocimiento mundial, y la implantación de graves desequilibrios estructurales a través de planes, proyectos, de marcado corte neocolonial.
La historia del subdesarrollo latinoamericano ha dejado profundas huellas en nuestra sociedad y esa política de despojo institucionalizado, debe abrir las puertas a un paradigma que priorice la producción científica de beneficio social, haciendo del crecimiento y el desarrollo humano eslabones vitales del mismo.
En las condiciones actuales de los países latinoamericanos la ciencia
adquiere y exige un enorme compromiso político, capaz de construir
marcos jurídicos que le favorezcan, como una de las formas de sintonizarnos no sólo con el mundo sino con nosotros mismos, teniendo en cuenta las enormes implicaciones del tema en la conciencia nacional.
Otro de los aspectos bien preocupantes en cuanto al binomio de la ciencia–política se refiere, tiene que ver con el bajo interés de la clase política con respecto la ciencia y la tecnología. Siendo muy escasa su incorporación es los documentos programáticos, de los diferentes partidos políticos.
Lamentablemente, este es un mal generalizado típico de sociedades
subdesarrolladas que tiene mucho que ver con el nivel de preparación académica de su clase política. Este tema es bastante complejo y necesariamente deberá ser abordado por los estudios sobre el desarrollo tecno-científico en contextos nacionales.
Lo cierto es que ante la carrera desenfrenada del conocimiento mundial, nuestros países deben entrar por la puerta grande de la competitividad, basados en desarrollos endógenos como aportes universales de una ciencia y una tecnología capaz de solucionar problemas álgidos de la marginalidad. Para alcanzar este objetivo, es importante crear, desarrollar y fortalecer ambientes científicos plurinacionales con identidad y autonomía.
Finalmente la ciencia debe superar las tensiones y divergencias con las estructuras de poder, anteponiendo las aplicaciones pacíficas de la ciencia, en dos de sus campos de acción; en la investigación y en hacer de la misma un beneficio humanitario.
Por su parte, un verdadero gobierno democrático es aquel que se apoya en el conocimiento científico, portador de un paradigma de razonamiento lógico, propio del nuevo pensamiento que debe afianzarse en la nuestra realidad continental.
Los científicos de nuestros países deben fijar sus posiciones con la mayor claridad posible frente a los problemas de la guerra, la paz, los derechos humanos, la salud, la crisis alimentaria, la privatización del conocimiento, los biocombustibles, el cambio climático, la educación, las fumigaciones de los cultivos de droga con su inmenso deterioro socio ambiental, entre otros temas.
“Lo anterior solo es posible mediante una respuesta científica y política bajo nuevas formas de gobernabilidad, en donde el pensamiento científico ocupe los espacios de legitimidad y reconocimiento que exige el progreso de nuestras sociedades”, concluye la síntesis del trabajo de ambos investigadores sociales.
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