jueves, 27 de septiembre de 2012

Dr. Humberto Fernández Moran

Humberto Fernández Moran:
un legado científico invalorable

* Maracaibo, 1924  – + Estocolmo 1999
Autor: Jairo Pardey Arrieta

El primer cerebro fugado del país
Aún cuando los demócratas de la época le cobraron con creces su breve pasantía por el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, enviándole al exilio, mantuvo un aferrado amor por Venezuela, a tal extremo que prefirió no ser nominado para el Premio Nobel ante la exigencia de cambiar su nacionalidad.

Alguna vez dijo a un amigo: “... continuaré desafiando el destino y buscando lo que me pertenece, que es mi patria”.


Referirse a la vida y creación científica del doctor Humberto A. Fernández-Morán Villalobos, es una misión nada sencilla, sobre todo cuando hay que sintetizar el dilatado conocimiento y la extensa obra de este compatriota, lamentablemente desaparecido, en el pináculo de su fecunda actividad, a quien se le considerada el primer venezolano y latinoamericano de proyección universal de la Era Atómica.

Sin embargo, se me hace emocionante, narrar la fecunda obra de este genio creador, cuyo aporte a la humanidad es sólo comparable, -tanto por nacionales y foráneos-, con lumbreras de la talla Tomás Alva Edinson, Marìe Curiè, Edward Salk y Tomás Fleming.


Fernández Moran y la ciencia en el tiempo
Hace cuatro millones de años, antes de la Era cristiana, el primer avance humano fue de carácter biológico y consistió precisamente en alcanzar la condición humana. Aparecen en la superficie terrestre dos seres iguales, pero muy bien diferenciados siglos después se determinó que : Uno era homínodo (humano), y el otro póngido ( mono).

En el año 280 aJC, el Museo de Alejandría fue escenario de una importante y temprana labor científica, en el campo de lo que mas tarde se conocería como neurología. Herófilo y su alumno Erasistrato, establecieron que el en Ser Humano hay una inteligencia superior, al observar que las circunvoluciones del cerebro humano fueran mas numerosas que la de otros animales.

Y en el año 1935, el ingeniero eléctrico alemán Ernest Friederich Ruska, construyó el primer microscopio electrónico que visualizara mas tarde la imagen de los átomos individuales, dando origen con su invención a la Era de la microscopía electrónica, invento este que le valió en 1986 un tardío y compartido premio Nóbel de física.

Estos tres hechos trascendentes en la historia de las ciencias, como otros tantos de centenas de miles que han ocurrido, se conjugaron en la vida científica de Humberto Fernández, el mas grande científico en Venezuela de todos los tiempos, quien no sólo incursionó con sobrados éxitos el mundo de la biología celular, la neurología, la física y la biofísica, sino que además se le consideró un intelectual por el dominio de catorce idiomas entre ellos el ingles, francés, portugués, español, latín, griego, noruego, italiano, alemán moderno y alemán medieval, húngaro, sueco, sánscrito, Japonés y mandarín, amén de haber alcanzado los mas grandes lauros a nivel mundial en el campo científico, que latinoamericano alguno haya logrado.

Las tres disciplinas científicas antes señaladas, marcaron la vida de nuestro biografiado.


Su primer exilio
Vino al mundo Humberto Fernández Morán, en Maracaibo un 18 de febrero de 1924, en el hospital Chiquinquirá (al lado de la Basílica del mismo nombre), de la unión de Luis Fernández Morán y Elena Villalobos, y años después, para marcar su identidad marabina decía que nació, en el hospitalito "…cerca del Puente España y mi familia viene de un pueblo humilde llamado La Cañada".

En 1929, por desavenencias con la dictadura de Juan Vicente Gómez, la familia Fernández Morán se trasladaría a los Estados Unidos. En Nueva York, el niño Humberto haría sus estudios de primaria en la Wiitt Junior High School hasta el año 1936, cuando regresarían a Maracaibo, después del fallecimiento de Gómez en diciembre del año 1935.

De vuelta al país, después de la muerte del dictador, Fernández Morán continuó sus estudios de bachillerato en el Colegio Alemán de Maracaibo. Parte de su infancia transcurrió entre su ciudad natal, Curazao y Nueva York.


Como adolescente deja ver su ingenio
Con apenas 12 años de edad y siendo aún estudiante de secundaria, -narra el doctor Jorge García Tamayo, uno de sus biógrafos-, ya Fernández Morán deja ver su intelecto “Recuerdo haber escuchado a mi padre, Jesús García Nebot, un sinfín de veces, relatarnos una anécdota vivida el año 1936, en los tiempos cuando (...) Humberto, estudiaba en el Colegio (...) Mi padre nos explicaba en detalle, como le habían dado al muchacho los planos - en alemán - de una máquina que estaba paralizada en una cervecería de Maracaibo, para ver si él podía entenderlos, y nos contaba que al día siguiente, el muchachito había puesto a funcionar la maquinaria”.

El año 1937, aún sin concluir la secundaria, Fernández Morán fue enviado, a estudiar en Alemania, en un Liceo monástico-militar, llamado Instituto Schulgemeinde de Sallfield, ubicado en el poblado de Saldfelds enclavado en las montañas de Turingia. Allí era difícil la adaptación, pero el joven relatará como su padre con quien mantenía una intensa correspondencia, le daba ánimos para soportar la soledad y la lejanía de su familia.

Con el tiempo su espíritu se fue templando como el acero. Era un decidido deportista, campeón de boxeo y tan estudioso, que se graduó de bachiller en 1939, a la edad de 15 años, ingresa a la Universidad de Munich para estudiar medicina. Ese mismo año comenzó la segunda guerra mundial y, para todos, la situación se tornó muy difícil en Alemania. Los estudiantes de medicina tenían que adaptarse a las condiciones de un país en guerra; a la vez, el mundo no lo sabía, pero existía entre los investigadores en diversos países una carrera para desarrollar la energía atómica con fines no totalmente pacíficos.

En Berlín, Heisemberg dirigía el Instituto Kaiser Wilhelm e intentaba fisionar los átomos y, en los Estados Unidos, Enrico Fermi, premio Nóbel de Física del año 1938, había descubierto que bombardeando átomos de Uranio con neutrones libres se podía obtener Plutonio y se gestaba, en diversos laboratorios, el llamado "Proyecto Manhattan", que desembocaría en la creación de la bomba atómica.

El año 1944, en la Escuela de Medicina de la Universidad de Munich, a la edad de 20 años, a la espera de un ataque aéreo y de manos de un rector "austero y enlutado", Humberto Fernández Morán recibía el título de doctor en medicina, mención Summa Cum Laude. Un año después, en 1945, finalizaba la guerra en Europa y el joven regresaba a su tierra, El 4 de julio de ese mismo año revalida en la Universidad Central de Venezuela, su título de médico con la mención Summa Cum. Nunca olvidó sus orígenes. Como buen hijo de El Saladillo honró en todo momento y circunstancia su raíz maracucha. Su tarjeta de presentación listada como dirección postal el número 362 de Maracaibo.


Su actividad creadora
Se traslada a Maracaibo y trabaja en el hospital Psiquiátrico donde hacía leucotomías e inyecciones en los lóbulos prefrontales por vía transorbitaria en 25 pacientes. Al finalizar ese año, fascinado por la patología del sistema nervioso, se va a los Estados Unidos y entra como interno del hospital de la Universidad “George Washington” para estudiar neurología y neuropatología bajo la dirección del profesor Walter Freeman.

Posteriormente, visita al profesor Manne Siegbann, premio Nóbel de física 1924, quien lo invitó a trabajar en su laboratorio de microscopía electrónica del Instituto Nobel de Física que dirigía. Allí se formó entonces como microscopista electrónico, y concibió la crio-ultramicrotomía 1 y la cuchilla de diamante para ultramicrotomía 2, con la que logró más de una docena de patentes

El doctor Raúl Padrón, jefe de Biología Estructural del IVIC, explicó que el sabio Fernández-Morán consiguió una cuchilla capaz de hacer unos cortes tan microscópicos, que escapan a los cálculos de cualquier mortal que mida las cosas en milímetros. Valga una minúscula referencia: es capaz de cortar un glóbulo rojo en 160 secciones y el filo de diamante es apenas de 26 a 65 átomos. Aparte de ser utilizada para cortes de tejidos biológicos, la cuchilla ha tenido usos inesperados. Así, se usó para diseccionar las muestras lunares que trajeron los astronautas, ya que Fernández-Morán también trabajó en el programa espacial Apolo de la NASA.

La relevancia del invento no permite divisiones. “Si no se hubiese inventado la cuchilla de diamante, muchos avances de la microscopía electrónica no existirían”, recuerda Padrón. Gracias a ese invento, este venezolano injustamente obviado por la historia local, mereció un lugar entre los grandes nombres de la ciencia cuando ganó el Premio John Scott: un galardón que había sido otorgado a Marie Curie por el descubrimiento del Radio, a Thomas Edison por la lámpara incandescente y a Alexander Fleming por el descubrimiento de la penicilina,

Este bisturí fue empleado igualmente en la producción de lentes ópticos de alta precisión y como escalpelo en microcirugía.

A mediados de 1946, decide ir a la Universidad de Princeton, donde estaba Albert Einstein. Será el famoso científico quien le recomendará al joven venezolano de 22 años, que estudie en Suecia. Así, desde 1946, nuestro laureado compatriota estaría en el Instituto Karolinska trabajando con el profesor Tobjorn Caspersson y en el hospital Serafirmerlasseratet con el profesor Heberto Olivercrona. En este centro asistencial, a raíz del efecto que le causó las muertes productos de tumores malignos, decide enfocar sus investigaciones hacia la organización de las células tumorales. Allí pronto obtiene la licenciatura en Biofísica y una maestría en Biología Celular y Genética, para graduarse de PhD en Biofísica de la Universidad de Estocolmo en 1951, cuando ya era profesor Asociado del Instituto Karolinska.

Suecia no sólo le deparó la academia, sino un feliz hogar. Contrajo nupcias con Anna Browallius, quien le sobrevive, de cuyo matrimonio nacieron Brigida, matemático y Verónica, biólogo.

En septiembre del año 1950, Humberto Fernández-Morán lanza una invitación a la modernización del aparato científico nacional, mediante una propuesta de creación al Gobierno Nacional de un Instituto de Investigaciones del Cerebro. Su propuesta iba más allá de traer una nueva línea de investigación a los espacios universitarios. Conllevaba elevar al rango de asunto de Estado a la ciencia y la tecnología. Requería de la profesionalización y de la institucionalización de la actividad de investigación y desarrollo.

Este genio venezolano, no sólo fue investigador, sino un brillante académico. El 27 de mayo de 1953 se incorporó como Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas, ocupando el Sillón XXVI que precediera el académico fundador Siro Vásquez. Su discurso de fue respondido por otro brillante académico venezolano, el doctor Marcel Granier Doyeux.

Mientras el gobierno en Venezuela estudia la propuesta de crear un centro de investigación, el Rey Gustavo Adolfo de Suecia, lo condecora con la Orden “Caballero de la Estrella Polar”, uno de los lauros más importantes del país nórdico, en reconocimiento a su labor científica.

En el año 1954, Fernández-Morán decide retornar definitivamente a Caracas después de haber logrado persuadir al gobierno dictatorial de Pérez Jiménez de las bondades modernizadoras de su propuesta, y así, el 29 de abril el Gobierno Nacional decreta la construcción del Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC), (hoy IVIC), dándole por asiento el tope de una montaña llamado Altos de Pipe.,

Una vez designado director de este instituto, estableció allí el primer reactor atómico de América Latina, la primera Biblioteca Científica de Latinoamérica y el primer centro científico tecnológico del continente, lo cual coloca a Venezuela en el panorama científico mundial. Logró reunir una comunidad científica interdisciplinaria que, atendiendo problemas de orden nacional y regional, desarrolló programas de formación académica para investigadores. A diez días escasos del derrocamiento del gobierno de Pérez Jiménez, es designado ministro de Educación en 1957. Caída la dictadura el 23 de enero de 1958, los planes de Fernández-Morán se vinieron abajo. Los acontecimientos políticos lo sobrepasaron y ante el rechazo de la comunidad científica, no le quedó otro camino que, emigrar a los Estados Unidos, convirtiéndose así, en nuestro primer cerebro fugado.

En Norteamérica comienza a trabajar en el Massachusetts General Hospital de Boston y colaborar con el reconocido Instituto de Tecnología de Masschussets (MIT). En 1962, asumió el cargo de profesor de Biofísica en la Universidad de Chicago sin dejar de lado sus trabajos en el concepto de crio-microscopía electrónica, el uso de lentes superconductoras y el crio-ultramicrotomo. Allí concibió y desarrolló el Ultramicroscopio Electrónico de Alta Resolución, un aporte realmente trascendental para la ciencia. En esa universidad recibió la alta distinción de profesor vitalicio. Fue igualmente investigador principal del Proyecto Apolo de la NASA y profesor de reconocidas universidades como Harvard y George Washington.

Los grandes inventos de Fernández-Morán que abrieron un nuevo camino a la ciencia: la subminuaturización, la penetración de la visión humana a nivel de moléculas, de los átomos y de los más reducidos cuerpos vitales del tejido humano, le valieron para que el gobierno de Estados Unidos, donde desarrolló gran parte de ellos, lo postulara al premio Nóbel , sin embargo este venezolano que al parecer su destino era permanecer en el extranjero y su talento era despreciado en su tierra natal, no aceptó la nominación por cuanto uno de los requisitos que exigía el país del norte, era que renunciara a su nacionalidad venezolana y adquiriera la ciudadanía norteamericana.

Durante su carrera, fue galardonado en diversas ocasiones: Orden y Título de Caballero de la Estrella Polar conferida por el Rey de Suecia, medalla Claude Bernard de la Universidad; de Montreal; medalla John Scott por su bisturí de diamante, profesor Honoris Causa de la Universidad de Milton, profesor vitalicio de la Universidad de Chicago, premio Médico del Año en Cambridge y reconocimiento Especial otorgado por la NASA con motivo del décimo aniversario del Programa Apolo.

En Venezuela le fue conferido los siguientes lauros: Orden del Libertador; Orden Francisco de Miranda en Banda de Honor, Orden “Dr. Enrique Tejera, Medalla de Honor del IVIC, profesor Honorario de la Universidad del Zulia, Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. El Departamento de Biología Estructural del IVIC, el auditórium principal de ese centro de investigación, y la biblioteca de la Corporación de Desarrollo de la Región Zuliana llevan su nombre.

En 1985 viajó a Estocolmo, donde residió hasta su muerte, acaecida el 16 de marzo de 1999. Afortunadamente, sus contribuciones aún siguen siendo la base de numerosos estudios en medicina, biofísica, bioquímica, cito biología, criobiología, endocrinología, física de bajas temperaturas, genética, neurofisiología, ultra estructuracelular y virología.


Conocí al doctor Humberto Fernández-Morán Villalobos un 17 de enero de 1974, cuando me tocó en mi condición de redactor científico del diario “El Nacional” entrevistarlo. La ocasión se dio en el Palacio de las Academias donde le acompañaba el premio Nobel de física (1975), el norteamericano Chen Ning Yan, pionero en la investigación de las partículas elementales atómicas, y a quien le correspondía dictar en ese estrado una conferencia.

Yo, dedicado toda mi vida más bien a la divulgación de la biomedicina, me encontré ante un tema que no dominaba; como es la física, sin embargo la sencillez y la didáctica con que el doctor Fernández-Morán me introdujo en el tema, hizo sentirme como un antiguo conocedor de esta disciplina, campo que él dominó entre otras disciplinas del saber.

Comprendí que estaba en ese momento ante la presencia de un sabio revestido de una gran modestia y humildad. Así nació una amistad que se cultivó por varios años a través de sus viajes que hacía a Venezuela su “amada patria”, y en cada uno de ellos me contactaba telefónicamente para ir a visitarlo en la que fue se casa en Caracas: El Circulo Militar.

En las reuniones no sólo me informaba sobre sus inventos y descubrimientos científicos, sino que me requería habláramos sobre el quehacer nacional.

Lo recuerdo sobriamente vestido de negro. Siempre con ansias de volver a la patria para siempre. En vida su sueño no se cumplió, pero sus cenizas reposan en Maracaibo, luego de su deceso en Estocolmo el 16 de marzo de 1999.


Bibliografía: Apuntes de, Castejón, Oliver C.; Cordero, Jesús; De Bellard Pietri, Eugenio; García Tamayo, Jorge; Padrón, Raúl; Requena, Jaime y vivencias propias con el biografiado.l

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