Dr. Humberto Fernández Moran |
Humberto Fernández Moran:
un legado científico invalorable
* Maracaibo, 1924 – + Estocolmo 1999
Autor: Jairo Pardey Arrieta
El primer cerebro fugado del país
Aún cuando los demócratas de la época le
cobraron con creces su breve pasantía por el gobierno de Marcos Pérez Jiménez,
enviándole al exilio, mantuvo un aferrado amor por Venezuela, a tal extremo que
prefirió no ser nominado para el Premio Nobel ante la exigencia de cambiar su
nacionalidad.
Alguna vez dijo a un amigo: “...
continuaré desafiando el destino y buscando lo que me pertenece, que es mi
patria”.
Referirse a la vida y creación científica
del doctor Humberto A. Fernández-Morán Villalobos, es una misión nada sencilla,
sobre todo cuando hay que sintetizar el dilatado conocimiento y la extensa obra
de este compatriota, lamentablemente desaparecido, en el pináculo de su fecunda
actividad, a quien se le considerada el primer venezolano y latinoamericano de
proyección universal de la Era Atómica.
Sin embargo, se me hace emocionante,
narrar la fecunda obra de este genio creador, cuyo aporte a la humanidad es
sólo comparable, -tanto por nacionales y foráneos-, con lumbreras de la talla
Tomás Alva Edinson, Marìe Curiè, Edward Salk y Tomás Fleming.
Fernández Moran y la ciencia en el
tiempo
Hace cuatro millones de años, antes de la
Era cristiana, el primer avance humano fue de carácter biológico y consistió
precisamente en alcanzar la condición humana. Aparecen en la superficie
terrestre dos seres iguales, pero muy bien diferenciados siglos después se
determinó que : Uno era homínodo (humano), y el otro póngido ( mono).
En el año 280 aJC, el Museo de Alejandría
fue escenario de una importante y temprana labor científica, en el campo de lo
que mas tarde se conocería como neurología. Herófilo y su alumno Erasistrato,
establecieron que el en Ser Humano hay una inteligencia superior, al observar
que las circunvoluciones del cerebro humano fueran mas numerosas que la de
otros animales.
Y en el año 1935, el ingeniero eléctrico
alemán Ernest Friederich Ruska, construyó el primer microscopio electrónico que
visualizara mas tarde la imagen de los átomos individuales, dando origen con su
invención a la Era de la microscopía electrónica, invento este que le valió en
1986 un tardío y compartido premio Nóbel de física.
Estos tres hechos trascendentes en la
historia de las ciencias, como otros tantos de centenas de miles que han
ocurrido, se conjugaron en la vida científica de Humberto Fernández, el mas
grande científico en Venezuela de todos los tiempos, quien no sólo incursionó
con sobrados éxitos el mundo de la biología celular, la neurología, la física y
la biofísica, sino que además se le consideró un intelectual por el dominio de
catorce idiomas entre ellos el ingles, francés, portugués, español, latín, griego,
noruego, italiano, alemán moderno y alemán medieval, húngaro, sueco, sánscrito,
Japonés y mandarín, amén de haber alcanzado los mas grandes lauros a nivel
mundial en el campo científico, que latinoamericano alguno haya logrado.
Las tres disciplinas científicas antes
señaladas, marcaron la vida de nuestro biografiado.
Su primer exilio
Vino al mundo Humberto Fernández Morán, en
Maracaibo un 18 de febrero de 1924, en el hospital Chiquinquirá (al lado de la
Basílica del mismo nombre), de la unión de Luis Fernández Morán y Elena
Villalobos, y años después, para marcar su identidad marabina decía que nació,
en el hospitalito "…cerca del Puente España y mi familia viene de un
pueblo humilde llamado La Cañada".
En 1929, por desavenencias con la
dictadura de Juan Vicente Gómez, la familia Fernández Morán se trasladaría a
los Estados Unidos. En Nueva York, el niño Humberto haría sus estudios de
primaria en la Wiitt Junior High School hasta el año 1936, cuando regresarían a
Maracaibo, después del fallecimiento de Gómez en diciembre del año 1935.
De vuelta al país, después de la muerte
del dictador, Fernández Morán continuó sus estudios de bachillerato en el
Colegio Alemán de Maracaibo. Parte de su infancia transcurrió entre su ciudad
natal, Curazao y Nueva York.
Como adolescente deja ver su ingenio
Con apenas 12 años de edad y siendo aún
estudiante de secundaria, -narra el doctor Jorge García Tamayo, uno de sus
biógrafos-, ya Fernández Morán deja ver su intelecto “Recuerdo haber escuchado
a mi padre, Jesús García Nebot, un sinfín de veces, relatarnos una anécdota
vivida el año 1936, en los tiempos cuando (...) Humberto, estudiaba en el
Colegio (...) Mi padre nos explicaba en detalle, como le habían dado al
muchacho los planos - en alemán - de una máquina que estaba paralizada en una
cervecería de Maracaibo, para ver si él podía entenderlos, y nos contaba que al
día siguiente, el muchachito había puesto a funcionar la maquinaria”.
El año 1937, aún sin concluir la
secundaria, Fernández Morán fue enviado, a estudiar en Alemania, en un Liceo
monástico-militar, llamado Instituto Schulgemeinde de Sallfield, ubicado en el
poblado de Saldfelds enclavado en las montañas de Turingia. Allí era difícil la
adaptación, pero el joven relatará como su padre con quien mantenía una intensa
correspondencia, le daba ánimos para soportar la soledad y la lejanía de su familia.
Con el tiempo su espíritu se fue templando
como el acero. Era un decidido deportista, campeón de boxeo y tan estudioso,
que se graduó de bachiller en 1939, a la edad de 15 años, ingresa a la
Universidad de Munich para estudiar medicina. Ese mismo año comenzó la segunda
guerra mundial y, para todos, la situación se tornó muy difícil en Alemania.
Los estudiantes de medicina tenían que adaptarse a las condiciones de un país
en guerra; a la vez, el mundo no lo sabía, pero existía entre los
investigadores en diversos países una carrera para desarrollar la energía
atómica con fines no totalmente pacíficos.
En Berlín, Heisemberg dirigía el Instituto
Kaiser Wilhelm e intentaba fisionar los átomos y, en los Estados Unidos, Enrico
Fermi, premio Nóbel de Física del año 1938, había descubierto que bombardeando
átomos de Uranio con neutrones libres se podía obtener Plutonio y se gestaba,
en diversos laboratorios, el llamado "Proyecto Manhattan", que
desembocaría en la creación de la bomba atómica.
El año 1944, en la Escuela de Medicina de
la Universidad de Munich, a la edad de 20 años, a la espera de un ataque aéreo
y de manos de un rector "austero y enlutado", Humberto Fernández
Morán recibía el título de doctor en medicina, mención Summa Cum Laude. Un año
después, en 1945, finalizaba la guerra en Europa y el joven regresaba a su
tierra, El 4 de julio de ese mismo año revalida en la Universidad Central de
Venezuela, su título de médico con la mención Summa Cum. Nunca olvidó sus
orígenes. Como buen hijo de El Saladillo honró en todo momento y circunstancia
su raíz maracucha. Su tarjeta de presentación listada como dirección postal el
número 362 de Maracaibo.
Su actividad creadora
Se traslada a Maracaibo y trabaja en el
hospital Psiquiátrico donde hacía leucotomías e inyecciones en los lóbulos
prefrontales por vía transorbitaria en 25 pacientes. Al finalizar ese año,
fascinado por la patología del sistema nervioso, se va a los Estados Unidos y
entra como interno del hospital de la Universidad “George Washington” para estudiar
neurología y neuropatología bajo la dirección del profesor Walter Freeman.
Posteriormente, visita al profesor Manne
Siegbann, premio Nóbel de física 1924, quien lo invitó a trabajar en su
laboratorio de microscopía electrónica del Instituto Nobel de Física que
dirigía. Allí se formó entonces como microscopista electrónico, y concibió la
crio-ultramicrotomía 1 y la cuchilla de diamante para ultramicrotomía 2, con la
que logró más de una docena de patentes
El doctor Raúl Padrón, jefe de Biología
Estructural del IVIC, explicó que el sabio Fernández-Morán consiguió una
cuchilla capaz de hacer unos cortes tan microscópicos, que escapan a los
cálculos de cualquier mortal que mida las cosas en milímetros. Valga una
minúscula referencia: es capaz de cortar un glóbulo rojo en 160 secciones y el
filo de diamante es apenas de 26 a 65 átomos. Aparte de ser utilizada para
cortes de tejidos biológicos, la cuchilla ha tenido usos inesperados. Así, se
usó para diseccionar las muestras lunares que trajeron los astronautas, ya que
Fernández-Morán también trabajó en el programa espacial Apolo de la NASA.
La relevancia del invento no permite
divisiones. “Si no se hubiese inventado la cuchilla de diamante, muchos avances
de la microscopía electrónica no existirían”, recuerda Padrón. Gracias a ese
invento, este venezolano injustamente obviado por la historia local, mereció un
lugar entre los grandes nombres de la ciencia cuando ganó el Premio John Scott:
un galardón que había sido otorgado a Marie Curie por el descubrimiento del
Radio, a Thomas Edison por la lámpara incandescente y a Alexander Fleming por
el descubrimiento de la penicilina,
Este bisturí fue empleado igualmente en la
producción de lentes ópticos de alta precisión y como escalpelo en microcirugía.
A mediados de 1946, decide ir a la
Universidad de Princeton, donde estaba Albert Einstein. Será el famoso
científico quien le recomendará al joven venezolano de 22 años, que estudie en
Suecia. Así, desde 1946, nuestro laureado compatriota estaría en el Instituto
Karolinska trabajando con el profesor Tobjorn Caspersson y en el hospital
Serafirmerlasseratet con el profesor Heberto Olivercrona. En este centro
asistencial, a raíz del efecto que le causó las muertes productos de tumores
malignos, decide enfocar sus investigaciones hacia la organización de las
células tumorales. Allí pronto obtiene la licenciatura en Biofísica y una
maestría en Biología Celular y Genética, para graduarse de PhD en Biofísica de
la Universidad de Estocolmo en 1951, cuando ya era profesor Asociado del
Instituto Karolinska.
Suecia no sólo le deparó la academia, sino
un feliz hogar. Contrajo nupcias con Anna Browallius, quien le sobrevive, de
cuyo matrimonio nacieron Brigida, matemático y Verónica, biólogo.
En septiembre del año 1950, Humberto
Fernández-Morán lanza una invitación a la modernización del aparato científico
nacional, mediante una propuesta de creación al Gobierno Nacional de un
Instituto de Investigaciones del Cerebro. Su propuesta iba más allá de traer
una nueva línea de investigación a los espacios universitarios. Conllevaba
elevar al rango de asunto de Estado a la ciencia y la tecnología. Requería de
la profesionalización y de la institucionalización de la actividad de
investigación y desarrollo.
Este genio venezolano, no sólo fue investigador,
sino un brillante académico. El 27 de mayo de 1953 se incorporó como Individuo
de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas, ocupando
el Sillón XXVI que precediera el académico fundador Siro Vásquez. Su discurso
de fue respondido por otro brillante académico venezolano, el doctor Marcel
Granier Doyeux.
Mientras el gobierno en Venezuela estudia
la propuesta de crear un centro de investigación, el Rey Gustavo Adolfo de
Suecia, lo condecora con la Orden “Caballero de la Estrella Polar”, uno de los
lauros más importantes del país nórdico, en reconocimiento a su labor
científica.
En el año 1954, Fernández-Morán decide
retornar definitivamente a Caracas después de haber logrado persuadir al
gobierno dictatorial de Pérez Jiménez de las bondades modernizadoras de su
propuesta, y así, el 29 de abril el Gobierno Nacional decreta la construcción
del Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC),
(hoy IVIC), dándole por asiento el tope de una montaña llamado Altos de Pipe.,
Una vez designado director de este
instituto, estableció allí el primer reactor atómico de América Latina, la
primera Biblioteca Científica de Latinoamérica y el primer centro científico
tecnológico del continente, lo cual coloca a Venezuela en el panorama
científico mundial. Logró reunir una comunidad científica interdisciplinaria
que, atendiendo problemas de orden nacional y regional, desarrolló programas de
formación académica para investigadores. A diez días escasos del derrocamiento
del gobierno de Pérez Jiménez, es designado ministro de Educación en 1957.
Caída la dictadura el 23 de enero de 1958, los planes de Fernández-Morán se
vinieron abajo. Los acontecimientos políticos lo sobrepasaron y ante el rechazo
de la comunidad científica, no le quedó otro camino que, emigrar a los Estados
Unidos, convirtiéndose así, en nuestro primer cerebro fugado.
En Norteamérica comienza a trabajar en el
Massachusetts General Hospital de Boston y colaborar con el reconocido
Instituto de Tecnología de Masschussets (MIT). En 1962, asumió el cargo de
profesor de Biofísica en la Universidad de Chicago sin dejar de lado sus
trabajos en el concepto de crio-microscopía electrónica, el uso de lentes
superconductoras y el crio-ultramicrotomo. Allí concibió y desarrolló el
Ultramicroscopio Electrónico de Alta Resolución, un aporte realmente
trascendental para la ciencia. En esa universidad recibió la alta distinción de
profesor vitalicio. Fue igualmente investigador principal del Proyecto Apolo de
la NASA y profesor de reconocidas universidades como Harvard y George
Washington.
Los grandes inventos de Fernández-Morán
que abrieron un nuevo camino a la ciencia: la subminuaturización, la
penetración de la visión humana a nivel de moléculas, de los átomos y de los
más reducidos cuerpos vitales del tejido humano, le valieron para que el
gobierno de Estados Unidos, donde desarrolló gran parte de ellos, lo postulara
al premio Nóbel , sin embargo este venezolano que al parecer su destino era
permanecer en el extranjero y su talento era despreciado en su tierra natal, no
aceptó la nominación por cuanto uno de los requisitos que exigía el país del
norte, era que renunciara a su nacionalidad venezolana y adquiriera la
ciudadanía norteamericana.
Durante su carrera, fue galardonado en
diversas ocasiones: Orden y Título de Caballero de la Estrella Polar conferida
por el Rey de Suecia, medalla Claude Bernard de la Universidad; de Montreal;
medalla John Scott por su bisturí de diamante, profesor Honoris Causa de la
Universidad de Milton, profesor vitalicio de la Universidad de Chicago, premio
Médico del Año en Cambridge y reconocimiento Especial otorgado por la NASA con
motivo del décimo aniversario del Programa Apolo.
En Venezuela le fue conferido los
siguientes lauros: Orden del Libertador; Orden Francisco de Miranda en Banda de
Honor, Orden “Dr. Enrique Tejera, Medalla de Honor del IVIC, profesor Honorario
de la Universidad del Zulia, Individuo de Número de la Academia de Ciencias
Físicas, Matemáticas y Naturales. El Departamento de Biología Estructural del
IVIC, el auditórium principal de ese centro de investigación, y la biblioteca
de la Corporación de Desarrollo de la Región Zuliana llevan su nombre.
En 1985 viajó a Estocolmo, donde residió
hasta su muerte, acaecida el 16 de marzo de 1999. Afortunadamente, sus
contribuciones aún siguen siendo la base de numerosos estudios en medicina,
biofísica, bioquímica, cito biología, criobiología, endocrinología, física de
bajas temperaturas, genética, neurofisiología, ultra estructuracelular y
virología.
Conocí al doctor Humberto Fernández-Morán
Villalobos un 17 de enero de 1974, cuando me tocó en mi condición de redactor
científico del diario “El Nacional” entrevistarlo. La ocasión se dio en el
Palacio de las Academias donde le acompañaba el premio Nobel de física (1975),
el norteamericano Chen Ning Yan, pionero en la investigación de las partículas
elementales atómicas, y a quien le correspondía dictar en ese estrado una
conferencia.
Yo, dedicado toda mi vida más bien a la
divulgación de la biomedicina, me encontré ante un tema que no dominaba; como
es la física, sin embargo la sencillez y la didáctica con que el doctor
Fernández-Morán me introdujo en el tema, hizo sentirme como un antiguo
conocedor de esta disciplina, campo que él dominó entre otras disciplinas del
saber.
Comprendí que estaba en ese momento ante
la presencia de un sabio revestido de una gran modestia y humildad. Así nació
una amistad que se cultivó por varios años a través de sus viajes que hacía a
Venezuela su “amada patria”, y en cada uno de ellos me contactaba
telefónicamente para ir a visitarlo en la que fue se casa en Caracas: El
Circulo Militar.
En las reuniones no sólo me informaba
sobre sus inventos y descubrimientos científicos, sino que me requería
habláramos sobre el quehacer nacional.
Lo recuerdo sobriamente vestido de negro.
Siempre con ansias de volver a la patria para siempre. En vida su sueño no se
cumplió, pero sus cenizas reposan en Maracaibo, luego de su deceso en Estocolmo
el 16 de marzo de 1999.
Bibliografía:
Apuntes de, Castejón, Oliver C.; Cordero, Jesús; De Bellard Pietri, Eugenio;
García Tamayo, Jorge; Padrón, Raúl; Requena, Jaime y vivencias propias con el
biografiado.l
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