La ciencia en nuestras manos
El siglo XX
marcó para la historia de la humanidad, la cúspide del conocimiento científico
y tecnológico. En los últimos 50 años de esta centuria, el avance de esos
conocimientos -tanto cualitativo como cuantitativo-, ha sido tan arrolladores
que los descubrimientos y la inventiva supera con creces los logros obtenidos
por el hombre en los más de dos milenios de la Era Cristiana.
La ciencia y
la tecnología están presentes y nos acompañan en todos y cada uno de nuestros
actos. Sin embargo el privilegio de saber lo que encierra la disciplina
científica pertenece a una élite, a unos superdotados llamados investigadores,
quienes conscientes del rol que deben cumplir en la sociedad han abierto las
puertas de su "cúpula de cristal" que contiene ese caudal de conocimientos
a la colectividad para revelar lo que está ocurriendo.
Pero aquí la
gran interrogante: como llevar al gran público, en un lenguaje comprensible y
ameno, desprovisto del ropaje cientificista con que hablan los investigadores,
los nuevos adelantos obtenidos en los campos de la salud, del medio ambiente,
de la electrónica, de la química, de la biología, de la física, de la
informática, entre otros.
El
investigador como hombre de ciencia tiene el conocimiento, el periodista como
pilar fundamental de la comunicación maneja un lenguaje accesible al público
que no entiende el léxico de los investigadores.
El
comunicador social dedicado a la divulgación del conocimiento científico debe
descodificar el lenguaje del investigador y para ello debe poseer una sólida
formación en el campo de la comunicación y de la ciencia.
Su misión
final es colocar "la ciencia en lengua diaria" como lo definió una
vez el apóstol de la libertad cubana José Martí.
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